Pokemon legends: Z-A y el coche de los horrores: un safari en pleno 1998

Hay algo casi poético —y a la vez profundamente tragicómico— en contemplar los vehículos de Pokémon Legends: Z-A. Ahí están, rugiendo por las calles virtuales con la misma gracia poligonal que un taxi de Driver para PlayStation 1. Es como si el tiempo se hubiera detenido en 1998, solo que ahora pagas 70 euros y un DLC anunciado antes del propio lanzamiento para experimentarlo. Lo retro puede ser bello cuando es homenaje; aquí, en cambio, es negligencia envuelta en nostalgia barata.

Lo escandaloso ya no es que The Pokémon Company lleve años estirando la paciencia de sus fans, disfrazando bajo el brillo del marketing un nivel gráfico que parece un mod de aficionados. Lo grave es la inmovilidad de Nintendo, esa mítica guardiana del “Sello de Calidad” que antaño nos enseñó a confiar en su logo. Ahora cuando hablamos de Pokemon, más que un sello, parece una pegatina pasada de moda: un permiso tácito para que cualquier despropósito poligonal salga a la calle, completo con bugs que merecerían un tribunal y un único modelo de coche reciclado hasta la náusea.

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Que se venda un producto técnicamente estancado, con errores dignos de memes y un pase de expansión anunciado antes de que el juego salga a la calle, es una desvergüenza que roza lo artístico. Es como si Picasso hubiera pintado el Guernica… pero en Paint, y luego hubiera cobrado por el parche de alta definición.

Los fans de Pokémon han demostrado una paciencia casi espiritual, pero quizá haya llegado el momento de cerrar la Pokédex y plantar cara. Nintendo, mientras tanto, debería golpear con fuerza la puerta de The Pokémon Company, no con una metralleta literal (dejemos el drama bélico para los FPS), sino con la severidad de quien recuerda que la infancia de millones merece algo mejor que un coche poligonal sacado de un museo del videojuego.

Porque, al final, un Pikachu pixelado puede ser entrañable… pero un camión PS1 a precio de lujo es simplemente un insulto a la evolución.

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