Cuando las ayudas miraron hacia arriba: una crítica al enfoque desigual de la transición verde en Europa
Frans Timmermans, exvicepresidente de la Comisión Europea y arquitecto del ambicioso Pacto Verde, ha lanzado una reflexión severa sobre los fallos estructurales en la transición hacia un modelo ecológico en Europa. En el centro de su crítica se encuentra un hecho perturbador: la primera ola de subsidios destinados a energías renovables y vehículos eléctricos terminó beneficiando desproporcionadamente a las clases altas, dejando al margen a quienes más necesitaban apoyo.
Subsidios ascendentes: una transición verde desigual
La transición ecológica europea, diseñada para impulsar un cambio sostenible, ha mostrado fisuras que desnudan un enfoque desigual. Según Timmermans, el dinero público, en lugar de actuar como una herramienta de justicia social, fue canalizado hacia los sectores más acomodados. Estas ayudas permitieron que los más ricos adoptaran primero tecnologías limpias, mientras que las clases vulnerables, atrapadas por la precariedad, apenas han podido reducir su huella de carbono por necesidad y no por convicción.
Este enfoque, señala Timmermans, no sólo socava el principio de solidaridad que debería guiar la transición ecológica, sino que abre la puerta al descontento social y al auge de narrativas populistas que explotan el sentimiento de abandono entre los ciudadanos menos favorecidos.

La industria automotriz: entre el letargo y la reacción tardía
Otro eje de la crítica del político neerlandés apunta a la industria automotriz europea. Timmermans acusa a los fabricantes de haber desperdiciado una década, mientras países como China y Corea lideraban la revolución de la movilidad eléctrica. La reacción de los grandes fabricantes europeos no fue la innovación, sino la demanda de frenar la transición, una postura que, para Timmermans, solo pone en riesgo el futuro competitivo de la región.
En este sentido, resalta cómo la falta de infraestructura y de incentivos adecuados no es un fallo del diseño legislativo europeo, sino una muestra de la resistencia de los gobiernos nacionales a implementar cambios profundos.
Solidaridad y cohesión: el verdadero desafío de la transición verde
Más allá de la industria, Timmermans subraya que la transición ecológica es una prueba de cohesión social. El diseño de ayudas debe emular los principios de los sistemas fiscales progresivos, donde quienes tienen más recursos contribuyan en mayor medida. En este contexto, lamenta la falta de instrumentos paneuropeos, como los eurobonos, para financiar una transición verdaderamente justa.
El panorama actual refleja, según Timmermans, una Europa atrapada en una contradicción: mientras las clases altas adoptan soluciones ecológicas sin modificar profundamente sus hábitos de consumo, las familias más pobres luchan contra la incertidumbre, generando un caldo de cultivo ideal para discursos populistas que prometen una vuelta a un pasado idealizado e irreal.

El llamado a una revolución justa
En un contexto de crisis climática y transformación social acelerada, Timmermans alerta que esta revolución industrial, más veloz y disruptiva que sus predecesoras, exige no sólo avances tecnológicos, sino también un compromiso ético y solidario. Si la transición verde no logra beneficiar a todos los sectores de la sociedad, advierte, será la misma ciudadanía la que detenga el cambio.
El exvicepresidente concluye con un llamado a la acción decidida y colaborativa, recordando que el éxito de este esfuerzo no reside únicamente en la innovación tecnológica, sino en la capacidad de Europa para demostrar que el progreso puede ser también un acto de justicia social.