El nacimiento de una diosa cybergótica: Los desnudos y el mito erótico de Angelina Jolie en Hackers

El nacimiento de una diosa cybergótica: el mito erótico de Angelina Jolie en Hackers

En el panteón del erotismo cinematográfico de los años noventa, pocas apariciones resultaron tan disruptivas, tan intuitivamente icónicas, como la de una joven angelina jolie en Hackers (Lain Softley, 1995). Más allá de la narrativa ciberpunk o de las inofensivas travesuras tecnológicas que hoy parecen naíf, la cinta se erige como el escenario iniciático de una nueva figura de lo deseable: no la femme fatale clásica, ni la colegiala cliché, sino una suerte de androide libertaria, una amazona digital de mirada ambigua y labios de código binario.

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Lo que Hackers captura, acaso sin proponérselo con plena conciencia, es el instante casi alquímico en que una actriz se transmuta en mito. Jolie, entonces con apenas veinte años, irrumpe con una belleza que no se acomoda al canon comercial sino que lo subvierte: rasgos afilados, cuerpo andrógino, corte de pelo agresivamente corto —casi un manifiesto sexual en sí mismo— y una actitud de impúdica inteligencia que vuelve obsoleta cualquier forma de erotismo pasivo. Su personaje, «Acid Burn», no seduce; arrastra. No se ofrece, sino que se impone. No es el objeto del deseo: es su programadora.

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Las escenas que bordean lo erótico —sutiles, insinuadas, filmadas con una mezcla de candor y osadía— son memorables no por su exposición explícita, sino por la atmósfera cargada de electricidad que generan. El célebre juego de desafíos sobre la tabla de surf virtual, la secuencia en la habitación donde los cuerpos se rozan entre pantallas y neones, el desnudo fugaz en la piscina compartida, y esa forma casi poshumana de reír sin complacencia… todo en ella era una provocación cerebral, una amenaza al erotismo domesticado.

En tiempos donde lo sensual en el cine mainstream se limitaba a dos modelos antagónicos —la sexualidad barbie de Baywatch o la ambigüedad glacial a lo Sharon Stone—, Jolie llegó como un virus visual, como un archivo corrupto que derribaba la programación estética establecida. Lo suyo era punk en su erotismo: estaba sucio, era molesto, desafiaba lo normativo. Su desnudez —ligera, casi casual, pero decisiva— no era la de una estrella mostrando carne, sino la de una esfinge enseñando su algoritmo secreto.

12132033 El nacimiento de una diosa cybergótica: Los desnudos y el mito erótico de Angelina Jolie en Hackers

Hackers, en ese sentido, fue menos una película que un rito de paso generacional. Para muchos adolescentes de la época, fue la primera vez que vieron en pantalla a una mujer que encarnaba a la vez la promesa del futuro y la amenaza de lo incontrolable. Jolie no era simplemente hermosa: era peligrosa, misteriosa, ilegible. Encarnaba una revolución sexual que ya no pasaba por el cuerpo como objeto, sino como interfaz, como pantalla negra que uno ansía descifrar.

Ese fue su gran mérito: inaugurar un nuevo paradigma de lo erótico, uno en el que el deseo no se encuentra en lo revelado, sino en lo encriptado. Jolie, en hackers, no sólo seducía; hackeaba el imaginario sexual de toda una generación.

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