Ronin FC, 4ª división y la nueva religión de los imbéciles: tardes gloriosas viendo fútbol que no les pertenece

Lo nunca visto. Lo imposible. El milagro del siglo: miles de almas en pena, que hasta hace una semana no sabían cuántas piernas tiene un fuera de juego, ahora dedicarán sus santas tardes a ver fútbol de cuarta división catalana… aunque no vivan en Cataluña, ni sepan situar Vallirana en un mapa, ni tengan un solo vínculo afectivo con ninguno de los equipos implicados. Pero eso da igual, porque Ibai Llanos ha dicho “esto es guay” y entonces, por decreto, se convierte en evangelio.

Sí, amigos. Ya no hace falta que el equipo sea de tu barrio, ni de tu ciudad, ni siquiera de tu planeta. Solo hace falta que tenga un nombre que suene a anime barato y que tu influencer favorito te diga que es contenido. Bienvenidos al futuro del deporte: el fútbol tribal sin tribu, sin raíces, sin gradas, sin alma.

El fútbol como excusa para no pensar

Años costó que el fútbol modesto ganara algo de respeto. Años lucharon los clubes pequeños por tener visibilidad, por sobrevivir a base de rifas, camisetas de bar y bocadillos de panceta. Ahora, llega un club recién parido por el algoritmo, con jugadores aún por elegir y estadio aún por encontrar, y arrasa con la atención de las masas como si se tratara del Superdépor del 2000. ¿El secreto? Que no se trata de fútbol, sino de espectáculo. Y no se trata de espectadores, sino de seguidores que jamás se cuestionan nada.

Millones de personas que jamás fueron al campo de su pueblo, que no sabrían nombrar ni al portero del club de su calle, ahora lloran de emoción por un equipo inventado hace dos semanas por un tipo que lleva más tiempo jugando al LoL que pateando un balón. Qué conmovedor.

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Domingo de Twitch, pan y circo

En lugar de apoyar al club de la esquina que sobrevive con presupuesto de bar de tapas, nuestros nuevos héroes se dedicarán a ver en streaming el enfrentamiento entre Ronin FC y el glorioso Vallirana —equipo que, si no fuera por esta comedia, seguiría jugando en paz frente a 12 jubilados y un perro. Pero ahora no: ahora todo será luces, cámaras, y el griterío virtual de miles de mentes huecas creyendo que asisten a una revolución.

¡Qué hermoso será ver cómo esos mismos espectadores, que jamás pisaron un estadio real, se tatúan el logo del Ronin, discuten en redes sobre el esquema táctico del entrenador y lloran cuando el club ascienda a tercera catalana, como si su abuelo hubiera jugado allí!

Un nuevo patriotismo: el de la estupidez global

El equipo de tu ciudad te necesita, pero tú estás viendo un partido de cuarta división en un canal de Twitch mientras comentas con emojis de samuráis y crees formar parte de algo grande. No importa que no entiendas las reglas del juego, ni la historia del fútbol local, ni nada en absoluto. Lo que importa es que estés ahí, presente con tu ignorancia, alimentando la maquinaria de un contenido que no pide reflexión ni compromiso, solo tiempo muerto.

Y es que estamos entrando en la edad dorada del hincha sin patria, del fan sin historia, del aficionado que no sabe lo que ama pero lo ama con ruido.


Epílogo desde la grada digital

Así, mientras los verdaderos clubes siguen luchando por sobrevivir entre deudas y pasión, miles de imbéciles pasarán sus tardes viendo un fútbol que no les pertenece, aplaudiendo goles que no entienden, llorando por derrotas que no sienten y creyendo que, en el fondo, están cambiando algo.

Y quizás sí. Quizás estén cambiando el fútbol. Pero no hacia el futuro. Sino hacia la nada.

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