Xbox, la última llamarada antes de convertirse en mito
Durante más de dos décadas, Xbox ha sido algo más que un logotipo verde sobre negro: fue un latido metálico, un rugido digital que nos acompañó en madrugadas de partidas interminables, en tardes de camaradería frente a la pantalla y en soledades reconfortadas por mundos infinitos. Hoy, sin embargo, el tiempo nos obliga a mirar hacia adelante y a reconocer que la Xbox que conocimos, la que nació como consola en el sentido más puro del término, se acerca a su ocaso.
Quedan tres años, quizás menos, para que la palabra “consola” aplicada a Xbox adquiera un matiz arqueológico. El rumbo que marca Microsoft apunta a un híbrido que es más un puente que un destino: un cruce entre PC y servicio, una plataforma mutante que ya no se define por el hardware en el salón, sino por la nube, las suscripciones y esa tentación de volverse un Netflix del videojuego. Y ahí late la paradoja: en cada paso, Xbox se parece más a Sega, no por fracaso, sino por metamorfosis. Sega se transformó en mito third party, y todo indica que Xbox caminará en la misma dirección.
Por eso, estos tres años son un epílogo solemne. El momento en que deberíamos rendir homenaje a cada mando desgastado, a cada menú inicial con su zumbido futurista, a cada logro desbloqueado con orgullo infantil. Dentro de unos lustros, cuando las bibliotecas digitales floten en la nube como archivos sin cuerpo, recordaremos con nostalgia esa Xbox física, tangible, que olía a plástico nuevo y pesaba como un tótem en nuestras estanterías.
Despidamos con alegría a esta vieja amiga. La Xbox que nos enseñó que Halo podía ser religión, que Fable podía ser fábula, que Gears of War podía ser sangre y acero. La Xbox que, a pesar de sus tropiezos, siempre ofreció refugio, innovación y juego compartido. Lo que viene será distinto, quizás brillante, pero nunca igual.
Que cada partida en estos años finales sea un brindis. Que cada encendido de consola sea una ceremonia. Y que, cuando llegue la inevitable transición, podamos decir: la Xbox que conocimos fue grande, y supo morir como lo hacen los gigantes, transformándose en leyenda.
