Elon Musk y su juguete asesino: cuando un robotaxi cuesta 4,20 dólares y el futuro cuesta millones de empleos

Elon Musk y su juguete asesino: cuando un robotaxi cuesta 4,20 dólares y el futuro cuesta millones de empleos

Otra vez Elon Musk, el bufón de la plutocracia digital, nos hace reír —o llorar— con una de sus provocaciones que se disfraza de progreso mientras destripa en silencio la economía de miles de hogares. Esta vez, el magnate ha lanzado en Austin, Texas, su Robotaxi: un coche autónomo de Tesla que por el módico precio de 4,20 dólares promete transporte sin conductor, sin humanidad y, pronto, sin trabajo para millones.

¿Una tarifa casual? Claro que no. El número 420 es otro de sus chistes internos, una burla con aroma a marihuana y una guiñada a su club de fans en X, la red social que él mismo ha transformado en patio de recreo. Pero lo verdaderamente tóxico no es el humo del cannabis, sino el humo ideológico que Musk vende: que toda destrucción sistemática de empleos puede ser leída como “innovación”.

Mientras el Robotaxi se desliza por las calles con su IA reluciente, los conductores de Uber (los que todavía no han sido sustituidos por un coche autónomo), taxistas tradicionales, transportistas y hasta repartidores de última milla observan cómo su sustento tiembla. Porque, como ya hemos aprendido, cuando Elon se aburre, el mundo tiembla. Ya no hablamos de un coche; hablamos de un símbolo: la deshumanización cool del futuro, empaquetada con diseño minimalista y precio popular.

No importa que su sistema no utilice LIDAR como otros competidores más prudentes; no importa que siga en fase de pruebas. Musk no vende seguridad, vende espectáculo. Mientras tanto, las redes se inundan de vídeos de usuarios fascinados con una pantalla que les permite poner Spotify o Netflix mientras van sin conductor… sin sospechar que son cómplices felices de un experimento que puede dinamitar uno de los últimos bastiones de empleo accesible para las clases medias y bajas.

Este coche de 4,20 dólares no es un avance: es una metáfora cruel del low cost existencial. Nos venden el futuro como si fuera una app divertida, mientras nos vacían el alma colectiva. Y, como siempre, muchos aplaudirán. Porque en esta sociedad embelesada por el brillo de la tecnología, ser “moderno” es más importante que ser justo.

Pero cuidado: cada vez que Musk nos sonríe con una provocación numérica o un cohete fálico al espacio, alguien en la Tierra pierde su trabajo, su lugar, su valor. El Robotaxi no es una revolución: es otro caprichito de emperador que juega con el tablero de la historia… y con nuestras vidas.

Puede que te hayas perdido esta película gratuita