Crítica 'El fin de los días' (1999) de Peter Hyams | Tras Jungla y Aliens, llegó Terminator

Crítica 'El fin de los días' (1999) de Peter Hyams | Tras Jungla y Aliens, llegó Terminator

Tras realizar una especie de Regreso del Futuro con Van Damme, una copia terrible de Jungla de Cristal también con Van Damme y un Alien el 9º pasajero aficionado a comer hipotálamos, era el momento de realizar un “Terminator/Depredador” con el mismo Arnold Schwarzenegger, y así es como se gestó el mayor éxito en taquilla de la vida de Peter Hyams.

Jericho Cane, ex-policía y protagonista encarnado por Arnold Schwarzenegger, atraviesa el umbral de su existencia en el cenit de la tragedia: la pérdida de su familia a manos de desalmados criminales. Inmerso en la tarea de desentrañar un complot dirigido contra la vida de un cliente bajo su protección, se ve inesperadamente inmerso en un conflicto titánico entre fuerzas sobrenaturales y la augusta jerarquía eclesiástica, todo ello en aras de salvaguardar a una misteriosa joven.

La película, en su esencia, amalgama la frenética acción propia del estilo habitual del actor Arnold Schwarzenegger con una enigmática trama que conjuga elementos diabólicos y una atmósfera de thriller, evocando así los referentes icónicos de “Terminator” (1984) y “The Omen” (1976), entre otras referencias cinematográficas. Si bien Arnold Schwarzenegger se erige como la piedra angular del reparto, su contraparte verdaderamente magnética reside en Gabriel Byrne, cuya magistral interpretación de un ser de naturaleza sobrenatural cautiva y domina cada escena con indiscutible maestría.

La obra exhibe, por añadidura, una serie de licencias respecto a la veracidad histórica y teológica. Presenta a la Iglesia Católica inmersa en una contienda existencial por un suceso carente de base histórica o fundamento bíblico.

Con un presupuesto estimado de 100 millones de dólares, la película alcanzó una recaudación de 212 millones de dólares en taquilla y fue acreedora de siete nominaciones en diversos certámenes cinematográficos, testimoniando así su impacto y reconocimiento en el ámbito del séptimo arte.

Una antigua profecía, con milenios de antigüedad, augura la venida del demonio a la tierra para fecundar a la mujer designada y así dar inicio a una nueva era de terror. En este relato, las fuerzas del mal y del bien se despliegan en un afán por hallar a la elegida, mientras un policía despojado de fe y sumido en la desdicha, se esfuerza por resolver la situación.

La trama despliega con destreza los hilos temporales, sirviéndose de secuencias de acción con tintes siniestros que resultan atractivas. A medida que avanza, va desvelando los secretos que rodean a la profecía, exhibiendo la hegemonía y el poder del demonio sobre su entorno.

En el reparto, destaca la presencia de Arnold Schwarzenegger, cuya interpretación se revela floja e insulsa, siendo eclipsada indudablemente por la aparentemente pacífica figura de Gabriel Byrne, envuelta en un aura de misterio perturbador.

El director, con agudeza, maneja la acción y el entramado profético, aunque incurre en el error de descuidar las secuencias de acción, donde el uso excesivo de dobles para Schwarzenegger resulta evidente, sin llegar a encajar plenamente en la narrativa.

La historia cuenta con diálogos acertados, que, acompañados de sutiles dosis de humor, logran presentar la personalidad embaucadora y astuta del diablo.

En cuanto a los efectos especiales, la película presenta una debilidad notable, al abusar de efectos digitales que resultan mediocres y de baja calidad. No obstante, la combinación de estos efectos digitales con los artesanales de Stan Winston logra elevar la calidad general, aportando un realismo palpable en una atmósfera oscura y tenebrosa.

Lo más destacable, sin lugar a dudas, son todas y cada una de las apariciones del propio demonio encarnado en forma humana, que irradian una presencia y un magnetismo repletos de atractivo, aunque presagiando nada bueno.