El estallido redentor de Netflix: Kathryn Bigelow y la promesa de ‘Una casa llena de dinamita’
Como cada año, el ogro que devora al cine con sonrisa de algoritmo, ese leviatán llamado Netflix, parece recordarse a sí mismo que aún tiene alma. Entre montañas de series que se disuelven en el aire como pan sin levadura y películas sin peso, sin piel ni pulso —planas como tabletas y frías como el cristal líquido—, de pronto brota una chispa. Un acto de redención. Un gesto de buena fe. Un recordatorio de que el cine, a veces, también puede respirar en streaming.
El Pentágono critica ‘Una casa llena de dinamita‘ de Netflix por «inexacta» y Kathryn Bigelow responde con contundencia
El nuevo thriller de la directora de ‘En tierra hostil’ lidera el ranking de Netflix y desata un debate sobre la fiabilidad del sistema antimisiles estadounidense.
a house of dynamite
Las tensiones aumentan entre Kathryn Bigelow y el Departamento de Defensa de Estados Unidos. La directora de Le llaman Bodhi, En tierra hostil y La noche más oscura ha estrenado un nuevo thriller titulado Una casa llena de dinamita. La película aborda un escenario completamente hipotético —en este caso, un ataque con misiles en territorio estadounidense— con un realismo extremo. Pero su crítica más dura hasta ahora no se encuentra en Rotten Tomatoes, sino en el propio Departamento de Defensa.

El pasado 10 de octubre, Una casa llena de dinamita se estrenó en Netflix, donde actualmente ocupa el primer puesto en el ranking de películas en Estados Unidos y también en España (según la página principal de la plataforma). Ha sido bien recibida por la crítica, con un 78 % de valoración en el sitio especializado Rotten Tomatoes. El filme sigue a un grupo de funcionarios del gobierno y personal militar estadounidense, liderados por Rebecca Ferguson en el papel de una capitana del ejército que opera desde la Sala de Crisis de la Casa Blanca, mientras intentan derribar un misil lanzado por un enemigo desconocido antes de que impacte en Chicago. Spoiler: sus esfuerzos fracasan.
El 25 de octubre, Bloomberg obtuvo un memorando interno fechado el 16 de octubre procedente de la Agencia de Defensa de Misiles. En él se afirma que la representación del sistema de defensa de misiles estadounidense, con una eficacia del 61 % —o, como dice el secretario de Defensa interpretado por Jared Harris en la película, “una maldita moneda al aire”—, es inexacta. La agencia sostiene que sus interceptores tienen “una tasa de precisión del 100 %” según pruebas realizadas durante la última década. No obstante, el mismo documento admite que “la disuasión puede fallar, lo que refuerza la necesidad de un sistema activo de defensa de misiles en territorio nacional”.

Bigelow y el guionista Noah Oppenheim han respondido, digamos, con fuego al Departamento de Defensa. En una entrevista publicada el 28 de octubre por The Hollywood Reporter, los cineastas defendieron la veracidad de su trabajo, citando la consulta con expertos de distintos ámbitos —desde senadores hasta periodistas y físicos— que avalan que lo que Una casa llena de dinamita muestra es, en efecto, preciso.
Netflix
Rebecca Ferguson protagoniza Una casa llena de dinamita, película que ha recibido críticas del Departamento de Defensa por poner en tela de juicio los sistemas de defensa antimisiles existentes en Estados Unidos.
“Desde nuestro punto de vista, no se trata de un debate entre nosotros, como cineastas, y el Pentágono. Es un debate entre el Pentágono y la comunidad más amplia de expertos en la materia”, declaró Oppenheim. Al mencionar nombres como el del senador Edward Markey, el general retirado Douglas Lute y la Sociedad Americana de Física (APS, por sus siglas en inglés), Oppenheim añadió que sus asesores coinciden “en que nuestro sistema actual de defensa antimisiles es muy imperfecto”.
Los cineastas no colaboraron con el Pentágono durante la producción, sino que se apoyaron en esos expertos como fuentes de información. Según Bigelow, “consultar con todos los expertos con los que trabajamos fue la mejor decisión posible. Tuvimos asesores técnicos extraordinarios en esta película, y ellos fueron nuestra estrella polar”. En una aparición en el programa CBS Sunday Morning, la directora añadió: “Sentí que necesitábamos ser más independientes [del Pentágono]… Contamos con varios asesores técnicos que habían trabajado allí. Estuvieron conmigo todos los días de rodaje”.
Si algún día se produjera un ataque real fuera del contexto de una película de Netflix, Estados Unidos dispone actualmente de 44 interceptores listos para ser lanzados desde Alaska (en Fort Greely) y California (en la Base Espacial de Vandenberg). El proyecto denominado Golden Dome, incluido en una orden ejecutiva firmada por el presidente Trump en enero de 2025, pretende reforzar las defensas existentes mediante interceptores espaciales; su coste estimado oscila entre 175.000 millones y 3,6 billones de dólares.
Mientras el Departamento de Defensa se enreda en discusiones por una película que pone en duda su capacidad para proteger el territorio nacional, resulta inquietante comprender el motivo de su incomodidad. Actualmente existen unas 12.331 armas nucleares en el mundo, todas en manos de solo nueve países. Y la detonación de una sola de ellas bastaría para provocar una devastación inconmensurable.
En 2025, esa expiación lleva nombre de mujer: Kathryn Bigelow. Y título de pólvora: ‘House of dynamite’.
Bigelow, que no dirige una película desde Detroit (2017), regresa con la fuerza de una explosión controlada, con la inteligencia de quien conoce los mecanismos del poder y la violencia como quien conoce los latidos de un animal salvaje. Ganadora del Oscar por En tierra hostil, primera mujer en arrebatar esa estatuilla al imperio masculino del cine bélico, Bigelow no rueda: disecciona. Opera. Detona. Y ahora lo hace en el corazón de la maquinaria Netflix.

Una dinamita para los cimientos
‘House of dynamite’ no es un título al azar. Es declaración de intenciones. Según fuentes cercanas al rodaje, la cinta —envuelta aún en un halo de secreto— gira en torno a una célula revolucionaria femenina infiltrada en un Estados Unidos corroído por el negocio de la seguridad privada. Una película de acción y tensión política, sí, pero también un ensayo fílmico sobre el cuerpo como campo de batalla, la violencia como estructura narrativa, y el sistema como enemigo íntimo.
La fotografía, obra de Greig Fraser (el mismo de Dune), apunta a lo que tantos hemos extrañado en Netflix: textura. Grano. Sombra. Luz tangible. Un mundo que no parezca renderizado. Porque el problema de Netflix no es solo el contenido: es el envoltorio. La asepsia. Esa maldición digital que convierte toda imagen en superficie pulida, carente de sudor, de roce, de error.
Bigelow parece haber exigido control absoluto. Nada de fondos verdes apáticos ni localizaciones genéricas: se ha rodado en escenarios reales, con efectos físicos y un diseño sonoro que, según se rumorea, busca “devolver al espectador el vértigo físico del cine”.

La penitencia anual del gigante rojo
Cada año, Netflix parece programar una película para salvar el honor. En 2019 fue El irlandés, en 2021 El poder del perro, en 2022 Blonde, en 2023 Maestro, en 2024 Frankenstein de Guillermo del Toro. Obras destinadas no tanto a conquistar audiencias como a lavar el pecado industrial de haber banalizado el lenguaje cinematográfico.
‘House of dynamite’ se perfila como el exorcismo de 2025. Y la elección de Bigelow no es inocente: su cine es político sin ser panfletario, físico sin ser gratuito, íntimo sin perder escala. Ella puede hacer que el espectador se olvide de que está viendo Netflix. Y esa es, en última instancia, la gran redención.
Una película como trinchera
Hay quienes ven en esta película la oportunidad para Netflix de reconciliarse con el cine como experiencia artística, no como simple producto de consumo. No es una cuestión de nostalgia, sino de ética visual. House of dynamite puede ser ese disparo que abra una grieta en el muro de la homogeneidad. Puede ser el inicio de una etapa menos complaciente, más audaz, donde el cine deje de ser “contenido” y vuelva a ser obra.
Si Bigelow logra encender la mecha, tal vez otros sigan el camino. Tal vez Netflix entienda que no basta con distribuir películas: hay que hacerlas vibrar. Y para eso, se necesita algo más que presupuesto: se necesita visión.
¿Será ‘House of dynamite’ la detonación que despierte a la bestia dormida?
La respuesta estallará en 2025. Y algunos, entre las ruinas, tal vez volvamos a creer.



