Geografía del deseo: el culo como manifiesto estético en el videoclip de Jennifer Lopez e Iggy Azalea
El culo como manifiesto estético
Hay videoclips que se consumen y se olvidan, y otros que, sin pedir permiso, se incrustan en el imaginario colectivo como una declaración de principios. Jennifer Lopez – Booty ft. Iggy Azalea pertenece a esta segunda estirpe: una pieza audiovisual que no se esconde tras metáforas tímidas ni coartadas narrativas, sino que afronta el erotismo frontalmente, con una honestidad casi brutal. Aquí el cuerpo —y más concretamente el culo— no es un accesorio: es el centro del discurso.
Lejos de la vulgaridad automática que tantos críticos apresurados quisieron ver, el videoclip funciona como un ejercicio consciente de iconografía erótica contemporánea. No hay relato, no hay psicología, no hay subtexto fingido. Hay forma, ritmo, carne y una puesta en escena que entiende el cuerpo femenino como superficie expresiva y territorio de poder.
El culo como arquitectura visual
La cámara no observa: coreografía. Los encuadres fragmentan el cuerpo para convertirlo en paisaje. Glúteos que ocupan el plano como colinas tensas, iluminadas con una luz que no busca suavizar sino subrayar textura, volumen y movimiento. La dirección artística elimina todo contexto superfluo para concentrar la atención en la mecánica del deseo: fondos neutros, cromatismos cálidos, sudor como barniz.
Este no es el culo sugerido del erotismo clásico, sino el culo afirmado, casi escultórico. Una carne que no pide aprobación ni disculpas. El videoclip no erotiza desde la insinuación, sino desde la insistencia. Repite, enfatiza, machaca la imagen hasta convertirla en icono.

Ritmo, repetición y trance corporal
El montaje dialoga directamente con el tempo musical. Cada golpe de bajo encuentra su correspondencia en un movimiento de cadera. La repetición no es pereza: es mantra. El cuerpo se convierte en percusión visual, en instrumento rítmico que acompaña la canción desde lo físico, no desde lo narrativo.
Aquí el erotismo no nace del misterio, sino de la saturación. Ver demasiado es el objetivo. El videoclip entiende que, en la era de la sobreexposición, el exceso también puede ser una forma de abstracción: el cuerpo deja de ser individuo para convertirse en forma pura.
Jennifer Lopez: control absoluto del mito
Jennifer Lopez no aparece como objeto pasivo, sino como autora implícita de su imagen. Cada plano parece diseñado desde una conciencia plena de su propio estatus icónico. No hay ingenuidad ni entrega: hay control, dominio y una voluntad clara de convertir el deseo ajeno en espectáculo dirigido.

El culo de Lopez no es promesa, es afirmación. No seduce desde la fragilidad, sino desde la contundencia. En ese sentido, el videoclip funciona como un ejercicio de poder corporal: mostrarlo todo para que nada pueda ser arrebatado.
Iggy Azalea y la complicidad del exceso
La presencia de Iggy Azalea no compite, acompaña. Su actitud refuerza la idea de un erotismo compartido, casi celebratorio, donde el cuerpo no es campo de batalla moral sino territorio festivo. Ambas figuras entienden el videoclip como un espacio de exageración consciente, casi pop-art, donde el sexo se vuelve superficie brillante, no drama oculto.

Conclusión: erotismo sin coartadas
Booty no intenta elevar el erotismo mediante discursos intelectuales ni esconderlo bajo capas simbólicas. Su radicalidad consiste precisamente en lo contrario: asumir que el cuerpo, observado sin pudor, puede ser discurso suficiente.
En una cultura audiovisual que suele disfrazar el deseo para hacerlo digerible, este videoclip opta por lo evidente, lo frontal y lo insistente. El culo, aquí, no es provocación gratuita: es emblema de una era que ya no teme mostrarlo todo, incluso a riesgo de incomodar.
Un videoclip que no quiere gustar a todos, sino dejar claro algo esencial: el erotismo también puede ser una forma de lenguaje directo, sin metáforas, sin disculpas y sin miedo al exceso.



