Los primeros desnudos del cine que llegarón a España

Los primeros desnudos del cine que llegarón a España

Los primeros desnudos del cine que llegarón a España

Los primeros desnudos del cine que llegarón a España

La joven y bella Ana Belén mostraba por unos segundos sus pechos. Cuando llegó el momento de la esperada escena mi acompañante me dio un codazo por si no me había dado cuenta de la aparición. Pero yo estaba con los ojos de par en par admirándola. Él, que era miope, se acomodó las gafas subiendo la montura, seguramente para acercarla lo más posible.

Poco después fue la escultural María José Cantudo en ‘La trastienda’ con los cuernos de los Sanfermines por medio quien mostró el primer desnudo integral de nuestro cine.

El portón estaba abierto y el destape inundó las salas. De fuera llegaban noticias de una película de la que muchos hablaban y pocos habían visto: ‘El último tango en París’ cuyo mensaje profundo quedó difuminado por la mantequilla. Había peregrinaciones a Perpiñán de gente que podía permitírselo para ver a Marlon Brando y María Schneider. Hasta aquí, por estas zonas del sur, llegaban noticias a través de la prensa y el boca a boca distorsionado.

De tierras italianas vino ‘La lozana andaluza’, adaptación de la gran novela que retrata los bajos fondos de Roma durante parte del siglo XVI y nos dejó el regalo visual de la ducha de María Rosaria Omaggio. De Francia, ‘Emmanuelle, con Sylvia Kristel y la primera calificación como película X.

Después, una gran avalancha de ordinariez y sal gorda de la que dan idea algunos títulos como ‘Susana quiere perder eso’, ‘El liguero mágico’, ‘Pepito Piscina’ o ‘Agítese antes de usarla’. Los primeros desnudos del cine que llegarón a España

Aquello duró un poco más de lo que duran “dos peces de hielo en un whisky on the rocks”, pero terminó por aburrir al respetable.

De los desnudos ‘por exigencia del guion’ me produce risas recordar a algunos protagonistas llevándose a rastras las sábanas cuando se levantaban de la cama, enfado por la utilización de la mujer como objeto, asombro por la meticulosa censura que hubo antes en temas sexuales y la enseñanza de que lo que se prohíbe produce más ganas de hacerlo. Dejen el agua correr. Detenerla no sirve y con el tiempo busca su curso natural.

En un genial chiste de Antonio Mingote, un padre explica a su hijo gráficamente la diferencia entre tuerca y tornillo. Al introducir este en aquella, se detiene, mira al hijo con sorpresa y descaro y le dice: ¿Qué estás pensando, so sinvergüenza! Así eran ellos, nuestros censores. Los primeros desnudos del cine que llegarón a España