Merche al desnudo: la voz morena del deseo sentimental
Merche: la voz morena del deseo sentimental
Hay cuerpos que cantan y cuerpos que tiemblan al oírlos. Merche, con su voz morena de sal y caramelo, ha habitado durante más de dos décadas ese rincón cálido donde la canción popular se cruza con la fantasía erótica de lo cotidiano. No es sólo su música —esos himnos luminosos de amor sufrido y redención entre estribillos—, sino la manera en que su cuerpo ha sido siempre cómplice de la palabra. Una cintura que baila incluso cuando se queda quieta. Un rostro que sonríe con la travesura de quien sabe lo que provoca. Una voz que parece haber aprendido a susurrar desde la boca de un amante.












Merche —Mercedes Trujillo Callealta, nombre de paloma andaluza— ha cultivado una imagen sensual que jamás cae en lo vulgar. Su atractivo se construye desde una calidez sincera, una forma de mirar a cámara como si acariciara con las pestañas. No hay impostura en su manera de seducir: lo suyo es la ternura hecha carne, la canción de amor envuelta en escote y vaqueros ajustados, el deseo dicho sin culpa desde la voz rota de una mujer que ha amado demasiado.
En los videoclips de sus inicios, Merche era todo juventud soleada: labios brillantes, cintura de guitarra y coreografías suaves como olas. Pero con los años su erotismo ha mutado hacia una forma más compleja, más matizada. Como una actriz que descubre que el poder no está en enseñar, sino en sugerir. En los directos, sus gestos son los de una hembra segura, una señora del deseo que domina el escenario como si fuera su propia cama perfumada de luz. Esa forma en que alarga una nota mientras mira al público —como si lo lamiera con el timbre— es puro cuerpo sonoro. Voz en carne viva.
La clave está en que Merche canta desde la emoción femenina, pero con una astucia intuitiva que la vuelve universal. Su erotismo no está en los vestidos cortos, sino en esa forma tan suya de pedir amor sin rogarlo, de llorar con dignidad, de hacer del abandono un acto sensual. En ella, el dolor amoroso se convierte en espectáculo de pechos erguidos y garganta de seda.


Cuando canta Te espero cada noche, uno siente que hay una habitación encendida en Cádiz donde las sábanas están revueltas y la radio suena baja. No se trata solo de una artista de pop latino. Merche es una mujer que ha entendido que el deseo no siempre está en lo explícito, sino en lo que se repite, se promete y se acaricia a través de una canción.
Una mujer que canta como si abrazara. Que baila como si supiera el secreto de las caderas. Y que mira al mundo con ese brillo entre pícaro y maternal que tiene el sexo cuando se vuelve tierno.
Merche, al final, no es sólo una cantante. Es una fantasía vocal hecha carne de barrio y escote de verbena. Un deseo que se escucha.