Ver y descargar ‘Strike Commando’ (1987) | Por fin en español subtitulado
Corre el año 1987. Mientras los videoclubes españoles arden en cintas copiadas, carátulas dibujadas con músculos imposibles y títulos que huelen a pólvora y a baratija, un comando solitario y sudoroso asalta las estanterías con una furia prestada.
‘Strike Commando’: el Vietnam de saldo que cruzó a España por la puerta trasera
Corre el año 1987. Mientras los videoclubes españoles arden en cintas copiadas, carátulas dibujadas con músculos imposibles y títulos que huelen a pólvora y a baratija, un comando solitario y sudoroso asalta las estanterías con una furia prestada. Es Strike Commando, el delirio bélico firmado por Bruno Mattei bajo su habitual alias anglófilo, Vincent Dawn, y protagonizado por un Reb Brown que grita más que actúa, corre más que duda, y mata más que recuerda.
¿Se estrenó en los cines de España? Todo apunta a que no. Ningún archivo serio de estrenos —ni FilmAffinity, ni IMDb, ni la memoria de nuestros cines de barrio— recoge una fecha de estreno oficial en salas. Es decir, Strike Commando no cruzó nuestras pantallas a través de proyectores de 35 mm, sino por el canal paralelo y más democrático del VHS, ese campo de batalla donde tantas joyas malditas encontraron su público sin necesidad de alfombra roja.

La cinta, como tantas otras producciones italo-filipinas, fue probablemente distribuida directamente en vídeo. A veces dobladas con prisas, otras con subtítulos que parecían telegramas. Lo importante no era la precisión, sino la promesa: Vietnam convertido en parque de atracciones sangriento, helicópteros de goma, villanos rusos con acento madrileño y un héroe americano que recita frases que harían sonrojar a Stallone… y a Shakespeare.
Y sin embargo, Strike Commando funcionaba. En las habitaciones de adolescentes que alquilaban tres películas por mil pesetas, en las sobremesas de padres que creían estar viendo algo “de guerra” y se encontraban con una ópera de testosterona con presupuesto de bocadillo. Era el otro cine bélico, sin moralinas ni trauma: solo selva, explosiones y rabia decorativa.

Bruno Mattei, que siempre supo nadar entre la copia y el gesto personal, creó aquí uno de sus títulos más celebrados en círculos de culto. Un Rambo de marca blanca, sí, pero con una entrega y un sentido del ritmo que muchas producciones más caras envidiarían. Las junglas filipinas, en su mugrienta fotogenia, sustituyen al sudeste asiático real con una eficacia que solo la serie B podía permitirse sin pedir perdón.
Hoy, Strike Commando vive en repositorios de culto, ediciones restauradas en Blu-ray para nostálgicos del grano gordo, y en foros donde se la venera por lo que es: un monumento al exceso, a la desvergüenza fílmica y al placer culpable. No se estrenó en España con fanfarria ni crítica en Fotogramas, pero se ganó su lugar a golpe de metralleta y cinta rebobinada.

Y eso, quizás, sea el verdadero éxito de una película como esta: llegar sin permiso, quedarse para siempre. Como un grito perdido en la selva de la memoria cinéfila.