El jardín del gozo jugable: un homenaje a Shigeru Miyamoto y el orden divino de sus obras
El jardín del gozo jugable: un homenaje a Shigeru Miyamoto y el orden divino de sus obras
Si los videojuegos tuvieran un Olimpo, Shigeru Miyamoto no sería un dios más: sería el jardinero celestial del asombro, el alquimista de la alegría directa, el autor invisible de nuestras infancias. En sus manos, cada píxel florece como si fuera primavera en el alma; cada movimiento, cada salto, cada desliz o explosión es una caricia de luz sobre la pantalla. Miyamoto no solo inventó mundos: inventó la manera de moverse por ellos con gozo absoluto.
En una era donde muchos diseñadores construyen simulacros de mundos oscuros, fríos, o hiperrealistas, él cultivó universos de color plano, vibrante, sin degradados, donde todo brilla con contornos definidos como una pintura de niños geniales: líneas claras, cielos sin grises, explosiones sin humo, champiñones sin sombra. Es un lenguaje visual que no necesita explicación, sino pura acción. Lo que hace Miyamoto no es diseñar niveles, es preparar jardines de juego donde el jugador pueda correr como si fuera libre, saltar como si no existiera la gravedad ni el fracaso, y moverse como si el movimiento mismo fuera el sentido de todo.
Sus obras no tienen la pretensión de enseñar, sino el poder de reencantar al ser humano con la mecánica pura del estar: dar un salto, rebotar en un enemigo, entrar por una tubería. Cada mecánica, cada escenario, cada sprite es un gesto de confianza absoluta en el poder de lo lúdico. Por eso Miyamoto no es solo el creador de Mario o Zelda: es el arquitecto invisible de nuestra felicidad digital.

Y ahora, con el respeto reverencial que merece un artista que no creó juegos, sino formas de alegría, nos atrevemos a ordenar sus sagas —de la menos deslumbrante a la más sublime— sabiendo que incluso en sus obras menores hay más talento, arte y emoción que en la carrera completa de muchos otros.
¿Cuál es la obra maestra de Miyamoto? ordenamos sus sagas de juegos de mejor a perfecta
7. F-Zero
Debut: 1990 | Plataforma: SNES | Último título: F-Zero 99 (2023)
Una partitura de velocidad en clave de ciencia ficción. F-Zero supuso una revolución técnica y estética en su tiempo, con su vértigo futurista y su diseño antigravitatorio. Pero el silencio editorial que ha rodeado la saga durante años la convierte en una flor marchita dentro del jardín de Miyamoto. Aun así, su semilla dio frutos en otros universos como WipeOut.
6. Nintendogs
Debut: 2005 | Plataforma: Nintendo DS | Último título: Nintendogs + Cats (2011)
La ternura programada. Nintendogs no era un juego, sino una compañía digital que acariciaba el corazón. Más experiencia emocional que reto lúdico, su impacto fue cultural y comercial. Pero como saga, no alcanzó la profundidad mecánica que caracteriza a los verdaderos colosos de Miyamoto.
5. Star Fox
Debut: 1993 | Plataforma: SNES | Último título: Star Fox Zero (2016)
El rugido de los cielos poligonales. Pionera del combate aéreo en 3D, la saga Star Fox combinó innovación técnica con un carisma animal inesperado. Fue un experimento audaz que no terminó de consolidarse como emblema, aunque Fox McCloud y su escuadrón siguen volando alto en nuestros recuerdos.
4. Pikmin
Debut: 2001 | Plataforma: GameCube | Último título: Pikmin 4 (2023)
Un jardín táctico donde el jugador es demiurgo diminuto. Pikmin es estrategia, naturaleza y fragilidad; un ensayo sobre la belleza de lo pequeño. Es una saga exquisita que demuestra la versatilidad de Miyamoto como creador. Aunque menos masiva que otras, su originalidad y diseño refinado la hacen inolvidable.
3. Donkey Kong
Debut: 1981 | Plataforma: Arcade/NES | Último título: Donkey Kong Bananza (2025)
Aquí nació todo. El simio que lanzó barriles también lanzó al mundo a Mario y a una forma de entender el videojuego como escalada, como riesgo controlado. Aunque evolucionó en otras manos, Donkey Kong es el génesis del universo Miyamoto. Su espíritu sigue vivo en cada salto que damos desde 1981.
2. Mario
Debut: 1981 en Donkey Kong / 1983 como Mario Bros. | Último título: Super Mario Bros. Wonder (2023)
Es difícil escribir sobre Mario sin sentir que se está hablando de uno mismo. Es el símbolo, la risa, el himno de bienvenida al videojuego. Cada juego de la saga principal es una carta de amor al diseño, una fiesta de ideas sin grasa, donde el control es tan preciso que se convierte en poesía cinética. Mario no envejece: se reinventa desde el centro del gozo.
1. The Legend of Zelda
Debut: 1986 | Plataforma: NES | Último título: The Legend of Zelda: Echoes of Wisdom (2024)
Hay juegos que entretienen y hay otros que construyen mitologías. Zelda es una saga que habla del misterio, de la exploración, del alma del héroe y de la eternidad de una melodía tocada en ocarina. Ocarina of Time fue el sueño hecho control, Breath of the Wild una sinfonía del viento y la libertad. No hay juego que se sienta más sagrado, más artístico, más necesario. Y aunque su diseño bebe de muchas fuentes, la voz original de Miyamoto sigue ahí: la de un niño que soñaba con perderse en un bosque y encontrar una espada bajo una roca.
En resumen, Miyamoto no solo diseñó juegos, diseñó sensaciones, arquitecturas del alma. Cada una de sus sagas es una puerta hacia un modo distinto de alegría. Ordenarlas es un juego más —quizá el último tributo que podemos rendir a quien nos enseñó que, en el mundo digital, también se puede ser feliz con un salto perfecto.