Gigiis desnuda el diario en movimiento de una ninfa digital

Hay presencias que no buscan la eternidad, pero la rozan con la punta de los dedos. Gigiis, nacida un 29 de marzo de 1995, no es una influencer al uso, sino un espejo doméstico donde se refleja el mundo leve, lúdico y risueño de la juventud contemporánea. No se maquilla para ser otra, sino para ser más ella; no actúa, comparte; no enseña, sugiere. En su canal de YouTube —un territorio que sobrepasa el millón de suscriptores—, esta musa andorrana de espíritu español diseña un teatro de lo cotidiano, donde los gestos más nimios se tornan escenas de una comedia moderna sin cuarta pared.

una coreógrafa del absurdo luminoso

Sus vídeos son juegos, pero también confesiones. En ellos, el desayuno se vuelve rito, el maquillaje una máscara sin tragedia, y los retos —como comer solo alimentos rojos durante 24 horas— se convierten en pequeñas fábulas sobre el absurdo de vivir en color. Hay algo beckettiano en su ligereza: una voluntad de continuar, incluso cuando la narrativa se deshace en banalidad. Pero en esa banalidad brilla una honestidad inusual. Gigiis no busca el escándalo, sino la risa; no la polémica, sino la cercanía.

el hogar como escenario, el cuerpo como lenguaje

En su universo, el espacio íntimo —el cuarto, la cocina, la bañera— se convierte en el gran plató de la era postcinematográfica. Hauls de bikinis, reacciones de su pareja Oscar, confidencias con su madre o juegos con su hermana: cada pieza se sitúa en la frontera entre el reality y el arte doméstico. Gigiis construye una especie de neorrealismo rosa, donde lo trivial se transforma en documento afectivo. Como si Rossellini hubiese nacido en 1995 y se hubiese criado entre edredones de Primark y cámaras de vlogging.

una estética sin estética

Su estilo no se impone, se intuye. No hay barroquismo ni estrategia visual, sino una transparencia casi naïve, pero perfectamente calibrada. La luz es siempre blanda, los colores pastel, el sonido apenas corregido. Y sin embargo, ahí habita su fuerza: en una espontaneidad perfectamente montada, en un naturalismo que no busca parecer cine, pero que, sin saberlo, lo roza.

el futuro que asoma: ¿poesía audiovisual?

Gigiis ha demostrado que no necesita grandes gestos para conmover. Por eso, uno imagina un posible salto: hacia el documental autobiográfico, hacia una ficción íntima, hacia proyectos híbridos que aúnan palabra, cuerpo y cámara. Si algún día se decidiera a filmar su historia con otros códigos —más literarios, más reflexivos—, sin duda podría convertirse en una pionera del “cinema verité” digital de esta nueva era.


epílogo para una creadora sin estridencias

En tiempos donde todo el mundo grita, ella susurra. Donde otros exigen atención, Gigiis invita a entrar. En su canal no se impone un estilo de vida, sino que se comparte uno. En un paisaje audiovisual saturado, Gigiis ofrece lo que pocos: una pausa, una risa franca, una complicidad sin cinismo. En ella, el entretenimiento vuelve a su forma más pura: un pequeño placer efímero que se repite cada tarde, como el ritual de abrir una carta de una amiga.

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