La maldición de Orson Welles y la tentación de la IA: el fantasma de El cuarto mandamiento

Un año después de reinventar el lenguaje cinematográfico con Ciudadano Kane, Orson Welles descubrió lo efímero que puede ser el favor de los dioses. Su segundo largometraje, El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons), nació bajo el mismo contrato con RKO, pero acabó convertido en una tragedia fuera de la pantalla. El joven prodigio perdió el control del montaje final: el estudio recortó su metraje original de 131 minutos hasta unos escuetos 87, suficientes para las buenas críticas… pero no para preservar su visión.

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Cuando RKO, en un gesto casi sacrílego, destruyó el material eliminado para ahorrar espacio en sus archivos, Welles asumió la herida como definitiva: “Destruyeron El cuarto mandamiento y me destruyeron a mí”, confesó, consolidando su leyenda de director maldito. Desde entonces, esos 43 minutos ausentes flotan como mito entre cinéfilos: la sombra de una obra maestra que pudo eclipsar incluso a Ciudadano Kane.

Hoy, más de ochenta años después, la inteligencia artificial se atreve a convocar ese fantasma. Fable Studio, creadora de la tecnología Showrunner —una IA capaz de generar narraciones complejas, series y largometrajes a medida—, ha anunciado un proyecto ambicioso: reconstruir los fragmentos perdidos de El cuarto mandamiento con el respaldo de Amazon. Según su CEO, Edward Saatchi, la iniciativa no busca beneficio económico sino dar respuesta a una pregunta que ha obsesionado a generaciones: “¿Pudo ser esta la mejor película jamás realizada?”.

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El plan es combinar técnicas tradicionales con herramientas digitales: rodar nuevas escenas con actores reales, superponer rostros, rescatar fotografías del rodaje original y dejar que Showrunner hilvane las ausencias. Fable Studio incluso ha presentado un póster —diseñado por IA, por supuesto—, pero no cuenta con los derechos del film, hoy en manos de Warner Bros., lo que impide cualquier explotación comercial directa.

La familia de Welles, sin embargo, ha alzado la voz. En declaraciones recogidas por Variety, han mostrado su descontento: “Este intento de generar publicidad a costa del genio de Welles nos decepciona. La IA es inevitable, pero aún no puede sustituir el instinto creativo de una mente humana. Lo que surja de este experimento será un mecanismo frío, carente de su fuerza visionaria”.

El proyecto abre un debate apasionante: ¿puede la inteligencia artificial resucitar un pedazo de historia del cine o solo generará una ilusión hueca? Entre la reverencia y el sacrilegio, el espectro de Orson Welles vuelve a pasearse por Hollywood, desafiando a los guardianes de la memoria fílmica y recordándonos que algunas heridas del arte quizá deban permanecer abiertas.

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