Benjamin, el nombre que ha devenido en monstruo: de Netanyahu a Franklin y la barbarie como política

En un eco oscuro que reverbera por Oriente Medio y más allá, Benjamin Netanyahu ha logrado transformar el conflicto entre Israel y Palestina en un escenario global de confrontación, en el que la guerra ya no se encierra en Gaza o Cisjordania, sino que contagia política, diplomacia, moral y hasta conciencia en otros continentes. A través de una escalada sistemática, los límites del conflicto se han vuelto difusos: no solo por los bombardeos, los muertos, las denuncias ante tribunales internacionales, sino por cómo ese dolor convoca al mundo a posicionarse, condenar, apoyar o mirar para otro lado.

Este artículo explora cómo Netanyahu llegó a este nivel de barbarie —qué lo impulsa, quiénes le respaldan, los contrastes con figuras históricas como Benjamin Franklin— y plantea una pregunta que se vuelve urgente: ¿Hasta cuándo debemos tolerar esta brutalidad, sus silencios cómplices y sus apoyos activos?


Orígenes de la guerra trasnacional

El 7 de octubre de 2023 marcó un antes y un después. El ataque de Hamas dio lugar a una ofensiva militar israelí en Gaza de enorme magnitud, que según cifras locales ha provocado decenas de miles de muertos, destrucción masiva y una crisis humanitaria sin precedentes.

Pero la guerra no se ha quedado ahí. Ha trascendido fronteras:

  • Moral y diplomática: tribunales internacionales como la Corte Penal Internacional han emitido órdenes de arresto contra Netanyahu y otros líderes por cargos de crímenes de guerra.
  • Política internacional: países que antes se mostraban neutrales o indiferentes se han pronunciado. Algunos han reconocido el Estado palestino; otros han condenado los bombardeos o pedido sanciones.
  • Reacciones civiles: manifestaciones globales, presión ciudadana, encuestas que muestran una división creciente entre quienes apoyan la defensa israelí y quienes la consideran excesiva o inhumana.

Este contagio convierte la guerra en algo mucho más grande que un conflicto territorial: es ahora un juicio moral que interpela a gobiernos, instituciones, medios y sociedades enteras.


17438675756656-1024x682 Benjamin, el nombre que ha devenido en monstruo: de Netanyahu a Franklin y la barbarie como política

¿Por qué Netanyahu ha llegado tan lejos?

Aquí caben varios factores —ideológicos, personales, políticos— que se combinan de manera letal:

  1. Coalición de la extrema derecha y supervivencia política
    Netanyahu se ha mantenido al poder gracias a alianzas con partidos ultranacionalistas, religiosos y de línea dura que ponen el expansionismo, la seguridad como prioridad absoluta, la confrontación con los vecinos, la ocupación y la represión como medios legítimos. Esa coalición lo incentiva a no ceder. Rendirse o moderarse significa perder poder o fragmentarse.
  2. Lógica de miedo e identidad
    Exponerse ante lo que se define como amenazas existenciales —Hamas, Hezbollah, Irán— ha sido la justificación constante. Ha cultivado una narrativa paranoica (“estamos rodeados”, “el terrorismo nos amenaza siempre”, “no tenemos alternativas”) que apela a un sentimiento identitario fuerte y justifica escaladas desproporcionadas.
  3. Desprecio del derecho internacional como límite
    A pesar de críticas, sanciones y órdenes judiciales, Netanyahu ha operado bajo la lógica de que la realpolitik, el apoyo de potencias aliadas, la capacidad militar y la legitimación doméstica pesan más que sanciones internacionales o condenas morales. Se arriesga a la impunidad si cree que su respaldo externo sigue siendo suficiente.
  4. Estrategia de desgaste y castigo colectivo
    La estrategia de “acabar con Hamas” se ha combinado con bombardeos sobre infraestructuras civiles, bloqueos, cortes de agua y electricidad, destrucción masiva. Muchos analistas lo ven como castigo colectivo, con alto costo sobre la población civil, lo que ha generado acusaciones de crímenes de guerra.
  5. Apoyo exterior clave
    No está solo. Tiene respaldo diplomático y militar de varios gobiernos, de key allies como Estados Unidos, además de relacines con partidos o movimientos de ultraderecha en Europa. Grupos de lobby, redes religiosas, financieras, ideológicas que legitiman o amortiguan críticas. Algunos gobiernos se abstienen o minimizan los informes de violaciones, otros sancionan, pero pocas veces con la firmeza que el derecho internacional requeriría.
  6. Lógica del “sin retorno”
    Una vez que la escalada empieza —militar, ideológica, de brutalidad— bajar la intensidad puede percibirse como rendición o traición por sus propios seguidores. En ese callejón, muchos optan por más violencia, para mantener cohesión, liderazgo, “credibilidad”.

Benjamin Franklin: un antítesis viva

Para entender la magnitud de lo que hace Benjamin Netanyahu, conviene evocar una figura como Benjamin Franklin; uno de los padres fundadores de Estados Unidos, científico, impresor, diplomático, inventor, defensor de la educación, la libertad de expresión, la tolerancia, la reforma social, la virtud cívica.

  • Franklin promovía la justicia, la moderación, la mejora continua del carácter, el sentido del deber hacia la comunidad, la búsqueda del bien común.
  • Franklin creía en instituciones que limitan el poder, en el diálogo y la persuasión, en leyes que protegen al débil, en progreso social y educativo.
ih020242_00000000_240722144219_1280x1652-793x1024 Benjamin, el nombre que ha devenido en monstruo: de Netanyahu a Franklin y la barbarie como política

En cambio, Netanyahu —al menos según la evidencia más visible— opera muchas veces desde la lógica inversa: guerra como medio, brutalidad como mensaje, supremacía militar, silenciamiento del otro, destrucción como forma de control, poder como imposición, no como servicio.

El contraste no es solo nominal: “Benjamín” en hebreo/biblia remite al benjamín, al hijo menor; Franklin fue el menor en su familia, sí; pero también fue el que creció para crear puentes, calmar disputas. Netanyahu parece haber tomado ese nombre solo como caparazón, mientras su política hace el papel del opresor en vez del protector.


¿Quién le sigue, quién lo apoya y por qué?

Los apoyos de Netanyahu son múltiples, y no solo entre quienes comparten ideología agresiva:

  • Intereses geoestratégicos: países aliados que necesitan el respaldo de Israel o que consideran que un Israel fuerte les sirve contra amenazas regionales.
  • Estados que prefieren la estabilidad de alianzas militares y económicas sobre la crítica moral, especialmente si también reciben ayuda militar o tecnológica de Israel.
  • Movimientos ultraderechistas europeos y globales que ven en él un líder “fuerte”, despiadado, capaz de imponer y resistir sanciones, un modelo de liderazgo autoritario que sirve de espejo.
  • Sectores internos en Israel: población que, traumatizada por los ataques, por siglos de inseguridad, siente que solo la fuerza puede garantizar su supervivencia. Familias de los rehenes, electores que prefieren seguridad ante cualquier pacto, nacionalistas religiosos que creen en la superioridad del derecho divino sobre mitos de derechos humanos internacionales.
  • Silencios cómplices: gobiernos que no se atreven a denunciar o sancionar con firmeza por depender de apoyo estadounidense, relaciones comerciales, miedo a represalias diplomáticas o militares.

¿Hasta cuándo soportar esta barbarie?

Aquí el punto clave: si el mundo permite que lo que hoy sucede se vuelva norma, estamos cavando nuestra propia tumba moral. Pero estas son algunas líneas rojas que no deberían cruzarse, y condiciones que podrían cambiar el curso:

  1. Rendir cuentas legalmente
    Que las órdenes de arresto del CPI (Corte Penal Internacional) se ejecuten, que haya investigaciones independientes que puedan documentar crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, y que los culpables enfrenten consecuencias.
  2. Presión diplomática real y sostenida
    Sanciones, suspensión de cooperación militar cuando haya evidencia de violaciones sistemáticas, recorte de relaciones diplomáticas, veto en organismos internacionales a líderes que nieguen la dignidad del otro.
  3. Protesta civil global y movilización moral
    Que la opinión pública no olvide, que los medios informen sin sesgos, que los ciudadanos exijan responsabilidad de sus gobiernos, que no se normalice la brutalidad.
  4. Alternativas políticas internas
    Dentro de Israel, personas, partidos, movimientos que luchen por un camino distinto —una paz real, reconocer derechos palestinos, diálogo— necesitan respaldo internacional que no los deje aislados.
  5. ONU, organismos internacionales y leyes internacionales que actúen con imparcialidad y fuerza
    Que no haya doble rasero, que se aplique el derecho humanitario de forma universal, que se proteja a civiles, que se denuncien los crímenes con todos los medios.

Conclusión poética lúgubre, pero con esperanza

Benjamín Netanyahu es hoy una imagen de lo que puede ocurrir cuando la política deviene guerra permanente, cuando el poder quema las fronteras de la humanidad, cuando la respuesta al miedo es la brutalidad, no la reflexión. Y su nombre —“Benjamín”, hijo menor— se ha convertido en ironía trágica, pues su obra es la antítesis del legado de aquel otro Benjamin que consagró sus esfuerzos al avance de la civilidad, del humanismo, de la virtud.

El mundo debería aguantarlo ya no como espectador pasivo. Porque tolerar la barbarie es ser parte de ella. Cada muerte de civil, cada infraestructura destruida, cada niño sin escuela, cada hogar arrasado, son mirrors que nos preguntan: ¿quién eres tú, que miras?

Y responder implica acción: decir basta cuando la ley lo exige, denunciar cuando el silencio abona la complicidad, apoyar cuando la esperanza se arriesga. No sé si veremos ese amanecer, pero saber que aun queda otro camino —el del diálogo, la justicia, la verdad— es lo que nos hace humanos frente a quienes pretenden serlo por la fuerza de las bombas.

Puede que te hayas perdido esta película gratuita