Crítica “Los inútiles: juventud detenida en el andén del tiempo”

Hablar hoy de Los inútiles, la tercera obra de Federico Fellini, puede parecer —valga la ironía— un ejercicio algo inútil. Y sin embargo, persiste en mí el deseo de detenerme en su escena final, no por afán de erudición, sino con el sencillo propósito de invitar a los más jóvenes a descubrir un cine que aún palpita con innovaciones visuales y emocionales que escasean en la era actual.

Fellini traza aquí, con un pulso confesional y melancólico, el retrato de cinco amigos que bien podrían encarnar a los llamados ninis de nuestro tiempo. Son hombres de unos treinta años, prisioneros de una juventud prolongada, dedicados a beber, flirtear, bailar y vivir a costa de la comodidad heredada de sus padres. La película, de apariencia coral, se articula en torno a la historia de uno de ellos —el único casado, marido de Sandrina— que funciona como eje vertebrador. A partir de esa columna narrativa se bifurcan, como ríos secundarios, las historias de los otros cuatro compañeros.

Para entrelazarlas, Fellini recurre a un narrador que, con tono casi novelístico, va cosiendo las vidas dispersas de estos muchachos perdidos en la provincia italiana, en un tiempo suspendido entre la adolescencia que se niegan a abandonar y la madurez que no saben alcanzar.

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Imprescindibles by Lucen | LOS INÚTILES

La secuencia final de Los inútiles nos muestra la partida de uno de los cuatro amigos que orbitan alrededor del protagonista —quizá, aunque nunca se confirma, el propio narrador de la historia—. Lo vemos subir al tren y abandonar su pequeño pueblo, esa cárcel amable de rutinas y afectos estancados.

Lo que hace de esta escena un prodigio es la manera en que Fellini transforma un gesto tan cotidiano como una despedida en un momento de revelación visual. Tras mostrar al joven asomado por la ventanilla, el punto de vista cambia: la cámara adopta una perspectiva ilusoria, casi onírica, que nos permite ver a cada uno de los amigos en los espacios que definen su existencia. La mirada, ahora aérea y deslizante, se eleva sobre ellos en un movimiento vertical y simbólico, como si el viajero —o su espíritu— los contemplara por última vez desde la distancia. Ese paneo final, a la vez tierno y liberador, sigue siendo hoy una lección de elegancia cinematográfica: bello, eficaz y profundamente original.

Los inútiles es una pieza imprescindible dentro de la filmografía de Fellini, una obra en la que ya asoman, con timidez y claridad de aurora, los rasgos de su universo visual posterior. Y, como en toda su filmografía, la música de Nino Rota añade ese pulso melancólico e inconfundible que convierte las imágenes en recuerdos, y los recuerdos en cine.

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