David Ellison: El niño rico que juega a ser emperador del cine
David Ellison no nació para el cine: nació rico. Y con esa bendición dorada en la cuna, ahora pretende redibujar el mapa de Hollywood, comprando Paramount primero, intentando adjudicarse Warner Bros luego, como si coleccionara juguetes de su infancia. Pero en este tablero de gigantes, ¿ha mamado el arte o solo la fortuna? ¿Puede gobernar un imperio cinematográfico con la sola carta de ser hijo de papá?
El privilegio hereditario como punto de partida
David Ellison es hijo de Larry Ellison, cofundador de Oracle, uno de los hombres más ricos del planeta. Esa sangre rica le ha dado no solo capital, sino conexiones, respaldo, margen de error y un pedestal desde el que lanzarse sin tener que gatear.

En 2006 fundó Skydance Media, respaldado por la fortuna familiar. Ya desde sus primeros pasos queda patente que su presencia en la industria no es fruto exclusivamente del talento artístico, sino también —y sobre todo— del músculo financiero
De productor de éxitos a señor feudal del entretenimiento
Bajo su liderazgo, Skydance ha participado en proyectos tan potentes como Top Gun: Maverick, Misión imposible, True Grit o la saga Star Trek. No por ello carece de mérito: hacer dinero, producir blockbusters que el público traga, no es poco. Pero cuenta la ley no escrita de los puristas del cine: producir no es hacer arte. La sensibilidad, el riesgo, el fracaso creativo; esas son las fronteras que muchas veces los superpresupuestos y las fórmulas evitan.
Paramount, tras fusionarse con Skydance en agosto de 2025, ya no es solo un estudio con historia centenaria: es propiedad del joven Ellison, quien ahora ejerce como Chairman y CEO del nuevo conglomerado: Paramount Skydance.

La fantasía de Warner Bros: jugar a ser todopoderoso
La ambición no se detiene en Paramount. Los últimos rumores indican que Ellison está considerando seriamente una oferta para comprar Warner Bros Discovery.
Warner es gigantesco: HBO, Warner Bros Motion Pictures, DC Studios, CNN, TNT… Si el trato se consumase, se estaría apropiando de un imperio mucho más complejo, con cadenas de televisión, derechos deportivos, de noticias, franquicias de cómics, etc. No es un juguete menor.
Paramount ya hizo una oferta preliminar que Warner rechazó, considerando que era demasiado baja. Ellison y sus aliados financieros podrían subir la puja, quizá ir directamente a los accionistas, buscar respaldo externo (firma de capital privado, entre ellas Apollo).

Arte, talento o poder nacido del privilegio
Y aquí aparece el gran escozor: Ellison controla desde fuera, en la cúspide, sin haber sido un artesano del cine internamente. No es guionista famoso, no es director laureado, su paso por la escuela de cine quedó interrumpido; su entrada al cine fue fruto del capital de seguridad familiar.
Para muchos críticos del medio, su modelo recuerda al de los magnates industriales que compran empresas por el prestigio, por el control, por la posibilidad de dirigir el lenguaje popular sin haberse forjado en sus pasillos más humildes. En ese sentido, Ellison representa —o al menos personifica— el conflicto del cine moderno: ¿es suficiente con poseer estudio, plataformas, franquicias, derechos y audiencias para ser el “hacedor del cine”, cuando la sensibilidad, el riesgo y el alma artística muchas veces están subordinados al rendimiento financiero?
Pros y la mirada al futuro
No todo es cinismo: hay posibilidades reales, incluso nobles, en lo que Ellison intenta:
- Renovar Paramount para la era digital, invertir en streaming, modernizar tecnología, mejorar eficiencia.
- Potencialmente aportar un nuevo vigor creativo si actúa con criterio, no solo con ambición económica.
- Provocar que otros gigantes respondan, que resurja la competencia, que la industria no se duerma en la herencia.
Pero el riesgo es enorme: que Paramount Skydance devenga en un gigantesco conglomerado frío, sin pulso artístico, más preocupado en cuotas de mercado, acuerdos millonarios, despachos de Wall Street, que en cine que conmueva. Que la adquisición de Warner se convierta en símbolo marrón del poder económico que todo lo compra, menos lo más esencial del cine: la intuición, el arte, el error hermoso.
Conclusión
David Ellison es, sin duda, un personaje fascinante: heredero, emprendedor, magnate en ciernes, alguien que juega un juego a lo grande. Pero el hecho de que haya heredado la llave de la fortaleza —Paramount Skydance— no garantiza que comprenda lo que implica ser dueño del cine desde adentro: desde la pasión, el arte, la fragilidad. Está por verse si será recordado como quien compró estudios, canales, licencias… o como quien hábilmente usó lo que le dieron, pero además construyó algo vivo, vibrante, imprescindible.