Kraken: cuando los fiordos despiertan y el mito reclama su presa

Hay películas que nacen del mármol digital de los estudios, y otras que emergen del agua fría, con olor a sal antigua y resonancias de un mundo previo a los mapas. Kraken —estreno noruego previsto para febrero de 2026— pertenece a la segunda estirpe: un monstruo que no se imagina desde el teclado sino desde la bruma real del Sognefjorden, allí donde los acantilados parecen vértebras fósiles de criaturas que nunca terminaron de extinguirse.

En un tiempo donde la industria global transforma la fantasía en un catálogo de efectos intercambiables, esta obra escandinava recupera la textura mineral del cine de exteriores, filmado bajo cielos plomizos que no necesitan color grade para imponer solemnidad. Es una historia de monstruos, sí, pero también de deuda histórica y de la frágil arrogancia humana frente al agua que nos sostiene… y nos devora.


Una mirada que viene del abismo: Pål Øie y Sjur Aarthun

La dirección recae en Pål Øie, voz noruega inclinada hacia el suspense telúrico y la tragedia regional, responsable de Hidden y The Tunnel. Su cine siempre coloca a los personajes ante fuerzas que los exceden, como si la tierra —o ahora el océano— conservara memoria y paciencia.

Comparte timón creativo Sjur Aarthun, no solo co-director sino también director de fotografía y montador, un detalle crucial: la criatura no será solo narrada, será enmarcada desde una cámara que entiende la luz como respiración. Esta doble tarea promete una obra donde forma y relato no compiten, sino que nadan al mismo ritmo.

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Protagonistas con sal en la piel

El reparto renuncia a la estrella anodina de blockbuster y abraza rostros curtidos, físicos, casi erosionados:

  • Sara Khorami como Johanne Berge, bióloga marina que arriba al fiordo para investigar anomalías submarinas. Su personaje es ciencia con grietas: una mente moderna enfrentada a un océano que no acepta definiciones.
  • Mikkel Bratt Silset, cuyo cuerpo parece hecho de cuerda y madera vieja, interpreta a un pescador atrapado entre la supervivencia y lo impensable.
  • Ingvild Holthe Bygdnes y Jenny Evensen aportan capas emocionales a una comunidad donde el folclore es rutina y no superstición.
  • Steinar Klouman Hallert y Øyvind Brandtzæg completan una galería humana construida desde la intimidad, no desde el marketing.

La película no coloca al monstruo como antagonista externo, sino como consecuencia: una presencia que surge cuando una comunidad pierde su equilibrio ancestral con el mar. Cada actor encarna ese desajuste, esa grieta donde lo abisal se filtra.


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Los ojos del océano: fotografía y estética

La cámara de Aarthun renuncia al artificio lumínico y abraza la materia:

  • tonos plomo, verde botella, granito mojado
  • horizontes bajos, cielos pesados que borran el límite entre agua y niebla
  • textura analógica, grano sobre superficie líquida

El mar no funciona como fondo: es un organismo. La noche no es azul; es un vacío líquido que guarda secretos con el silencio de un animal dormido.

Es la imagen la que dicta el terror, no el volumen del CGI.


El mito como deuda, no como espectáculo

El kraken no es el villano: es la consecuencia.
La película se sitúa en la grieta entre dos formas de mirar el mundo:

  1. La científica, obsesionada con patrones geológicos.
  2. La ancestral, que deja ofrendas en el muelle para aplacar voces submarinas.
Captura-de-pantalla_22-11-2025_72744_www.youtube.com_-1024x405 Kraken: cuando los fiordos despiertan y el mito reclama su presa

Entre ambas, la criatura surge como síntesis trágica: no un monstruo, sino una memoria biológica y espiritual que regresa para ajustar cuentas. En vez de gritar, susurra. En vez de destruir, reclama.


Producción y raíces de la obra

Con un presupuesto cercano a los cinco millones de euros, Kraken es una apuesta seria dentro del cine de género noruego. Producida por Nordisk Film Production con apoyo institucional, su distribución ya se ha asegurado en varios países europeos y latinoamericanos antes del estreno.

Ese interés anticipado sugiere un vacío que la película podría ocupar: el del creature feature europeo adulto, lejos del guiño irónico estadounidense y más cercano al mito vivido en carne y niebla.

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Por qué importa

Kraken puede convertirse en uno de los puntos de inflexión de la fantasía nórdica contemporánea: un regreso al paisaje y no al set, a la criatura como trauma y no como atracción de feria. La belleza inhóspita de los fiordos, el protagonismo de una bióloga que no salva el mundo sino que lo interpreta, y el diálogo entre superstición y ciencia, componen una obra que no busca domesticar el océano… sino recordarnos nuestra pequeñez.

Quizá el cine fantástico vuelva a necesitar agua fría en lugar de texturas lumínicas.
Quizá el monstruo no sea amenaza, sino espejo.

Y tal vez —si escuchamos con atención— el fiordo aún tenga algo que contarnos.

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