Paula Vázquez, el desnudo regreso del cuerpo y la sonrisa en Hasta el fin del mundo
Paula Vázquez, el desnudo
El retorno a la esencia: una inmersión en la selva ecuatoriana con Paula Vázquez
Tras dejar atrás la vibrante atmósfera de Colombia, la expedición de Hasta el fin del mundo se adentra en el corazón de Ecuador, un escenario donde la majestuosidad de la naturaleza dicta las reglas. La aventura inicia bajo la imponente sombra de la Cordillera de los Andes, la columna vertebral de América del Sur, que con sus más de 7.000 kilómetros de longitud custodia la entrada a un mundo ancestral. Para Paula Vázquez, este periplo trasciende lo meramente profesional; supone un emotivo retorno a los paisajes que marcaron su juventud, redescubiertos ahora con la madurez de quien vuelve a casa.
El umbral de la Amazonía
En este nuevo capítulo, el equipo cruza el célebre ‘Paso Papallacta’, ese punto de inflexión geográfico donde la montaña cede su dominio ante la exuberancia de la selva tropical. Es aquí, en la puerta de la Amazonía, donde comienza una narrativa paralela a la competición, una que nos invita a comprender la vida en su estado más puro y salvaje.
Sabiduría ancestral y botánica sagrada
Navegando las aguas del río Napo, arteria vital de la región, Paula acude al encuentro de Luis, un chamán que acumula más de cuarenta años custodiando la salud espiritual y física de su comunidad. La visita a su morada se convierte en un rito de iniciación: tras una limpieza energética, el médico tradicional desvela los secretos de la ayahuasca y comparte su vasto conocimiento sobre la farmacopea de la selva.
El paseo posterior es una cátedra de botánica. Luis muestra una colección viva de más de ochenta plantas medicinales, revelando cómo el jengibre, el ‘ajo hembra’ o incluso jabones naturales que brotan de la tierra, son herramientas cotidianas para la sanación en este rincón del mundo.
El brillo del esfuerzo en el río Napo
A bordo de una ‘quilla’, la embarcación tradicional de la zona, el viaje nos lleva a redescubrir el ‘bateo de oro’, un oficio con cinco siglos de historia. Allí conocemos a un segundo protagonista, también llamado Luis, quien encarna la perseverancia absoluta. Desde los cinco años, dedica jornadas extenuantes de doce horas, sumergido en el río, para extraer apenas un gramo del preciado metal. Su historia es un testimonio vivo de sacrificio y tradición que humaniza el paisaje.
El oro negro y la convivencia salvaje
La travesía culmina en la plantación de Isabel y Saúl, donde el cacao se revela en su forma más auténtica. Lejos de los procesos industriales, aquí presenciamos el ciclo completo del fruto: desde la recolección artesanal, pasando por el descubrimiento de su pulpa violácea, hasta el meticuloso secado y tostado al fuego que libera su aroma inconfundible. Saúl, el patriarca, nos recuerda que este superalimento no solo nutre el cuerpo, sino que «da felicidad».
Y como recordatorio final de que en la selva el ser humano es solo un invitado, la familia demuestra su asombrosa convivencia con los caimanes locales. Una armonía basada en el respeto mutuo que cierra este episodio con una nota de asombro y prudencia ante la fuerza indómita de la naturaleza.
