La magia del analógico: NYC on 16mm Film (2025)

Nueva York, 2025. Una ciudad saturada de píxeles, drones y cámaras que todo lo ven y nada recuerdan. Y, sin embargo, aquí aparece el gesto casi herético: mirar el presente con una Bolex H16 Rex-5 de 16 mm, como quien decide escribir una carta a mano en plena era del mensaje efímero. Este cortometraje no documenta Nueva York: la convoca.

El celuloide impone su ley antigua y sabia. Obliga a esperar la luz justa, a medir el tiempo con el cuerpo, a filmar menos y mirar más. Cada plano es una decisión moral. Cada encuadre, una renuncia. Frente a la inmediatez digital —que lo captura todo pero no retiene nada—, la textura fílmica devuelve a la ciudad su misterio, su aspereza, su temblor humano. El grano no es un defecto: es memoria en formación.

Las escenas cotidianas que desfilan ante la cámara —una esquina cualquiera, un rostro anónimo, una luz que cae entre edificios— adquieren un peso casi espectral. Este Nueva York parece salido de un sueño inquieto: a medio camino entre la melancolía neurótica del Manhattan de Woody Allen y Gordon Willis y la lluvia perpetua, moral y física, del Blade Runner de Ridley Scott. Hay nostalgia, sí, pero también terror urbano, drama silencioso y una humanidad que no pide permiso para existir.

Este vídeo es, en el fondo, una prueba irrefutable: no todo puede ser traducido a datos. Hay imágenes que solo el celuloide sabe guardar. Y hay ciudades —como Nueva York— que, incluso en 2025, siguen revelando su verdad más profunda cuando alguien se atreve a filmarlas como antes, para verlas como nunca.



