Allison Brie desnuda
Estrenos online: crítica de «Somebody I Used to Know», de Dave Franco (Amazon Prime Video)
Estrenos online: crítica de «Somebody I Used to Know», de Dave Franco (Amazon Prime Video)
Esta comedia romántica se centra en una mujer que, al volver a su pueblo, descubre que su ex está a punto de casarse con otra y decide hacer todo lo posible para impedir esa boda. Con Allison Bree, Jay Ellis, Kiersey Clemmons, Danny Pudi, Julie Hagerty y Haley Joel Osment. En Amazon Prime Video.
Es un clásico en la industria de Hollywood –no importa que los tiempos hayan cambiado– que durante el fin de semana del Super Bowl de fútbol americano el mercado cinematográfico se llene de comedias románticas. La idea es tan obvia como básica: se asume que al público femenino no le interesa ese evento deportivo y que, por el contrario, es el target perfecto para este género cinematográfico. Ergo: ¿qué mejor que juntarse con amigas o parejas e ir a ver un perfecto pasatiempo de este tipo? O, quién dice, quizás convencer al novio/pareja/marido de dejar un rato la previa del partido ya no para ir al cine sino poner alguna plataforma y ver alguna historia de amor. No olvidar, tampoco, que en unos días está el Día de San Valentín, con todo lo que eso implica. ¿O implicaba?
Lo curioso de SOMEBODY I USED TO KNOW (me rehuso a llamarla por su traducción al castellano de diccionario) es que plantea todo lo contrario a ese propuesta comercial con aroma a siglo pasado. Es una película sobre lo absurdo de esas divisiones y convenciones de géneros, sobre la idea de que las comedias románticas no necesariamente implican «encontrar al hombre o la mujer» de tu vida y otra de esas películas que hacen literales malabares para escaparle a esa armadura firme del género en su versión tradicional. Si las comedias románticas no tienen como objetivo la concreción de un romance, ¿tiene sentido seguir llamándolas así?
Quizás habría que cambiarles el nombre y llamarlas «comedias de auto-afirmación» o algo así. Ya no se trata, por suerte, de encontrar a ese hombre o esa mujer que levante por los aires al protagonista sino que, bueno, ahora tiene más que ver con que ese protagonista se encuentre a sí mismo. Con pareja, sin pareja, con trabajo, sin trabajo, con casa, sin casa. Eso es lo de menos: son comedias románticas acerca de volver a enamorarse de uno mismo. O de hacerlo por primera vez.
La gran Alison Brie encarna aquí a Ally, creadora de un reality show sobre chefs que hacen postres que ha perdido popularidad y el canal acaba de cancelar. Para tomar un aire de la frustración decide visitar a su madre (la ya mítica Julie Hagerty, de ¿Y DONDE ESTA EL PILOTO?, tan graciosa como siempre) en Leavenworth, el coqueto pueblo del estado de Washington en el que vive, a unas dos horas de Seattle. En este pueblito cuyo centro recrea una comunidad de Bavaria –es una locación turística para Oktoberfest y planes similares–, la chica vivía, tenía sus amigos y novios. Pero se fue a Los Angeles y casi no regresó.
En el pub local se topa con Sean (Jay Ellis), un ex novio que tuvo una década atrás y al que dejó para irse a hacer documentales en Hollywood. Los reality shows, se justifica ella, son en definitiva documentales, «solo que estos los ve la gente». El sigue allí, con su amplia familia, su casa coqueta y su constructora. Y el encuentro, rápidamente, pasa de incómodo a divertido, casi romántico. Salen, beben, conversan y, cuando todo parece dispuesto para seguirla, Sean pone frenos. Le dice que no quiere otra decepción porque sabe que ella, en unos días, se volverá a ir. Pero Ally no está muy segura de eso. ¿No será un buen plan volver a la aldea bavaria y formar con él una familia?
Al día siguiente, cuando pasa por la casa de su familia convencida de ir de frente con esa idea, se topa con una sorpresa: están todos ahí reunidos a pocos días de celebrar el casamiento de Sean, algo que el hombre no le mencionó en toda la noche. Cassidy (Kiersey Clemmons), su fiancee, es una chica mucho más joven y relajada que ella, y parece la pareja perfecta para Sean. Pero Ally, leyendo algunas pistas que Sean le deja en el camino –o que ella cree que le deja– seguirá circulando por los distintos eventos previos al casamiento, intuyendo que todo el asunto puede caerse y ella tener su oportunidad. Bueno, quizás hasta ella pueda influir –con sus conocimientos para instigar dramas sacado de su trabajo en el reality— para que eso termine mal.
SOMEBODY I USED TO KNOW va girando de ahí en adelante para mostrar otras facetas y conflictos de los personajes, especialmente Cassidy, que ama a Sean pero no está del todo a gusto con las limitaciones que le impondría casarse. Ella tiene una banda de punk rock (bastante mediocre, convengamos) y tendría que dejarla para quedarse allí. Ally, dándose cuenta que tiene ahí un ángulo para quebrarla, hará lo posible para sembrar dudas. Y eso es solo el comienzo de un fin de semana de celebración matrimonial en el que todo sale bastante distinto a lo planeado.
Sí, no es muy distinta la trama a la de LA BODA DE MI MEJOR AMIGO, con Julia Roberts. Pero a diferencia de TU CASA O LA MIA –la oferta de Netflix para este mismo fin de semana– que es un mash up de SINTONIA DE AMOR y CUANDO HARRY CONOCIO A SALLY, la película dirigida por Dave Franco (que no actúa) no intenta repetir la fórmula como si el tiempo no hubiese pasado sino que trata de acomodarla a las nuevas maneras en las que se piensan las relaciones de este tipo. La pregunta ya no es: con quién se quedará Sean, sino si realmente vale la pena casarse con este hombre y entregar todo atisbo de personalidad e individualidad a una idea de vida no del todo convincente.
La propuesta de Franco es intermitentemente efectiva. A favor, claro, tiene su elenco. Además de esa gran comediante que es Brie –acá, portando una serie de llamativos y reveladores vestuarios, además de algunas escenas en las que no porta absolutamente nada– y Hagerty, SOMEBODY… incluye en breves pero simpáticos papeles a Zoe Chao, Haley Joel Osment (sí, el de SEXTO SENTIDO), a Amy Sedaris y a Danny Pudi, ex compañero de Brie en la comedia COMMUNITY. Cuando todos se reúnen en algunas de las actividades prenupciales hay una divertida mezcla entre caos y absurdo que lleva a la película hacia los modelos más clásicos del género.
El problema es que, cuando intenta ponerse más o menos serio, el guión de Franco y Brie (que son pareja en la vida real) hace un poco de agua, se enfrenta con obvios discursos de auto-afirmación, frases hechas sobre el empoderamiento y la necesidad de ser quien uno es y hacer lo que se desea. No son conceptos problemáticos per se –más bien al contrario–, pero se expresan con la simpleza y el subrayado de un libro de auto-ayuda. Ese choque de tonos entre una comedia más humana y sensible y otra más aparatosa y llena de accidentes ridículos hace que la propuesta no siempre fluya. Es, me temo, uno de los inconvenientes de intentar aplicar las fórmulas de la comedia romántica del siglo XX a películas que no son estrictamente eso. Parece que todavía hace falta explicar, una y otra vez, que casarse no es el único objetivo en la vida de una persona.