Poco calado en el público tienen los biopics de pintores, claros ejemplos son Mr. Turner, Pollock, Van Gogh, Sobrevivir a Picasso, Basquiat, Modigliani, Renoir, Carrington, Klimt, Goya en Burdeos, Toulouse Lautrec, o Serephine que también dirigió Martin Provost en 2008. Aquí nos encontramos con el artista francés Pierre Bonnard, que en 1899 conocería a una joven de origen humilde llamada Maria Boursin, la cual cambiaria su nombre al de Marthe de Méligny para parecer más aristocrática.
Los desnudos enigmáticos de Marthe, ya que no aparecía su cara demasiado visible en los cuadros, están en casi toda su obra, unas pinturas intimistas cercanas al impresionismo y alejadas de las corrientes de moda como el cubismo y el surrealismo. Sin lugar a dudas fue su musa y logro tener una gran dependencia e inspiración con ella, con la que se casaría y tuvo dos hijos.
La película cuenta la historia de amor que los dos tuvieron durante muchos años, en la que no faltaron problemas, Cécile de France muestra su talento con ese aire que le caracteriza interpretando a Marthe perfectamente, por otro lado, Vincent Macaigne parece que queda ensombrecida su figura para darle más importancia a su señora.
El director Martin Provost enfoca la película en la vida conyugal de los dos, dejando de lado la vida profesional del artista, con repetidos baños en el río junto a su casa, algo que puede dejar de interesar a medida que la vas viendo, ya que continuos diálogos que no enriquecen la historia la van desinflando quedando todo muy superficial.
Hay una parte interesante que también queda deslucida y es cuando Bonnard deja a Marthe por una chica joven llamada Renee (Stsacy Martin) con la que se enamora y se va a Roma a vivir con ella. Ese fue el momento en el que Marthe se convirtió también en una pintora conocida.