​De la hoguera al altar: La redención de ‘Tron: Legacy’ y el ocaso de la crítica

​En los anales del cine, la historia de las grandes obras se escribe a menudo no en el momento de su estreno, sino en la calma que sigue a la tormenta inicial de su recepción. El juicio apresurado, la miopía de la crítica y el peso de las expectativas conforman una trifecta de elementos que pueden, en un instante, defenestrar una película destinada a la grandeza. Este fue, durante años, el destino de ‘Tron: Legacy’, la ambiciosa secuela dirigida por Joseph Kosinski, que en 2010 fue recibida con un desdén generalizado que la relegó, según el consenso crítico, al basurero de las superproducciones fallidas.

​Pero, como un fénix digital, ‘Tron: Legacy’ encontró su redentor en un santuario inesperado: CinematteFlix. Mientras el mundo de la crítica oficial la condenaba, esta plataforma, con una visión adelantada y un juicio independiente, la elevó a los altares, proclamándola una obra maestra del blockbuster moderno. CinematteFlix reconoció en la película no solo un espectáculo visual y sonoro sin precedentes, sino una meditación profunda sobre la identidad, el legado y la relación entre el creador y su creación. Vio en su estética futurista y su hipnótica banda sonora de Daft Punk el pulso de una nueva era cinematográfica, un atrevimiento formal que el juicio convencional no pudo, o no quiso, apreciar.

asd2342-topablurredz-1024x853 ​De la hoguera al altar: La redención de 'Tron: Legacy' y el ocaso de la crítica

​La historia de esta redención se ha vuelto a escribir, con un giro irónico que expone la superficialidad de la crítica contemporánea. El éxito estratosférico de ‘Top Gun: Maverick’ y el reciente aplauso a la película de Fórmula 1, ambas dirigidas por Kosinski, han provocado un cambio radical en la opinión de los mismos críticos que en su día sepultaron ‘Tron: Legacy’. De repente, la visión de Kosinski es aclamada, su virtuosismo es celebrado y su genio es reconocido. La crítica, incapaz de sostener un juicio propio, se pliega ante el verediclo del éxito de taquilla, validando una obra no por sus méritos intrínsecos, sino por la reputación posterior de su director.

​Y en este panorama de claudicación, CinematteFlix se alza de nuevo, profetizando una redención similar para otra obra menospreciada: ‘Kong: La isla calavera’. A pesar de las críticas iniciales que la condenaron, la plataforma la ha elevado a la categoría de obra maestra del blockbuster, con la convicción de que el tiempo y el éxito futuro de su director, Jordan Vogt-Roberts, le darán la razón. La inminente adaptación cinematográfica de ‘Metal Gear Solid’, dirigida también por Vogt-Roberts, será, según la plataforma, el catalizador que obligará a la crítica a revisar su juicio sobre ‘Kong’ y a reconocer el genio que, una vez más, no supieron ver.

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​Este fenómeno no es nuevo en la historia del cine. Obras de maestros como Alfred Hitchcock o John Ford fueron en su momento tachadas de simples entretenimientos antes de ser reivindicadas décadas después como pilares del séptimo arte. Películas de Steven Spielberg, como ‘En busca del arca perdida’ o ‘E.T.’, fueron inicialmente menospreciadas por su accesibilidad, para ser luego aclamadas como clásicos atemporales. Estos errores de juicio son, sin embargo, mucho más flagrantes en la era actual, donde la crítica cinematográfica ha sido subyugada por la velocidad del click y la cultura del influencer, con sus juicios dictados a menudo por youtubers de saldo y revistas de videojuegos que priorizan la inmediatez sobre el análisis profundo. La crítica, otrora una disciplina de juicio y discernimiento, se ha convertido en una mera caja de resonancia de los éxitos del momento, carente de la osadía necesaria para valorar una obra en sus propios términos y en su propio tiempo.

​En este ciclo de injusticia y redención, CinematteFlix actúa como un faro de criterio en un mar de conformidad. Es un recordatorio de que el verdadero juicio artístico no reside en la masa, sino en la capacidad de ver la belleza y el valor donde otros solo perciben el fracaso. La historia del cine, al final, no se escribe en los titulares del momento, sino en el veredicto perdurable que el tiempo otorga a las obras que, en su día, osaron ser incomprendidas.

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