El despertar desnudo de la carne: la lente profana de César Lucas y el fin de la inocencia española
Cesar Lucas y sus desnudos para Interviú
Visitar la exposición de César Lucas en la Nikon House no es una simple inmersión en la fotografía; es un viaje arqueológico a las costuras de la memoria de España. Es la constatación de que un artista de la luz puede ser, a la vez, notario de la historia y profanador de íconos. Este portfolio es un testimonio de la belleza indómita y la audacia latente que Lucas supo arrancar a una sociedad atada, capturando el preciso instante en que la inocencia se disolvía.
La resurrección sensual de Carmen y el poder del destape
Visto con la perspectiva de la nostalgia, el recuerdo de César Lucas emergiendo en un programa de actualidad como Así es la vida, de Sandra Barneda, es el recordatorio de su eterna vigencia. Él es el hombre que, con su lente, obró el milagro de la metamorfosis, despojando a Carmen Sevilla del velo de recato que la había cubierto tras su matrimonio con Augusto Algueró Senior.

Carmen no estaba solo guapa; estaba explosiva. Lucas consiguió que la actriz rompiera con la imagen de esposa sumisa y se alzara de nuevo como un símbolo sexual de primer orden. Fue un acto atrevido y liberador: la prueba de que, bajo las convenciones sociales, se escondía una fiera. La modelo, sin miedo a los «arañazos gatunos» del qué dirán, se entregó a la cámara, y Lucas devolvió al público la esencia más fogosa y reprimida de una de las grandes divas.
La mirada que desnuda el alma: un cronista de otro tiempo
Resulta casi increíble que un hombre que se conserva con una lucidez y una juventud en la mirada tan pasmosas, haya coincidido en el tiempo con figuras míticas de la historia global. Esa misma mirada joven, que se posó sobre la sensualidad de Carmen, fue la que capturó la esencia del melancólico Buster Keaton. Esa fotografía, exhibida en la magnífica selección comisariada por Bernardo Paz, conecta a Lucas con un cine mudo, con una América de tranvías y periódicos que el autor del texto pudo evocar con una punzada de intimidad. No es solo historia; es la nostalgia de mundos que se tocan.
Y es que el arte de César Lucas no es frívolo. Como sugiere el observador, es dueño de una mirada que no solo capta la luz y la sombra, sino que revela, de forma inquietante, lo que el sujeto piensa y el fotógrafo intuye. Una pared dedicada a la pose «indescriptible» de John Lennon en su etapa más cruda, y otra reservada para Pepa Flores, confirman que su trabajo es un compendio de la historia contemporánea contada desde una perspectiva íntima y sagaz.

Pepa Flores: el templo de lo prohibido y la delicadeza del desnudo
El culmen de esta exposición de culto es la pared dedicada a Pepa Flores o Marisol, la mujer más esquiva con la prensa y, por ende, la más deseada. Es un juego de contrastes: ella, la pureza intocable de la dictadura, y él, el único fotógrafo al que depositó su confianza para el gesto más transgresor de su vida.
La fotografía del desnudo de Marisol —un acto de liberación personal y política que desnudó a toda España en plena Transición— es de una delicadeza exquisita. Lejos de la vulgaridad, la imagen tumbada es una lección de arte erótico, en contraste hiriente con los tiempos actuales, donde se censuran «hasta los pezones de las Tres Gracias en Facebook«.

Las fotos de Lucas son la prueba irrefutable de una época honesta: no existía el photoshop para corregir la realidad. La belleza, rotunda y sin filtros, la aportaba la modelo; el arte, la sensibilidad y una iluminación maestra, capaz de realzar cada virtud y mitigar cada defecto con sombras sutiles, eran el oficio del fotógrafo. El desnudo de Pepa Flores es, por tanto, una obra de arte total, el acta fundacional de la libertad de la carne en la nueva España.
El hombre que apagó la dictadura a golpe de flash
La trayectoria de César Lucas (Cantiveros, Ávila, 1941) no es solo una biografía de fotoperiodismo; es el mapa sensorial y político de la España moderna. Él fue el notario visual del cambio, el que, cámara en mano, acompañó a la sociedad desde el luto del franquismo hasta el despertar hormonal de la democracia. En la semana de la desaparición de Interviú, este «historia viva del fotoperiodismo» desvela los secretos que forjaron la revista que fue, a la vez, crónica, sex symbol y manifiesto.
Un testigo en la trastienda de la historia y el arte

La vida de Lucas es un caleidoscopio de anécdotas que rebasan la frivolidad. En otoño de 1966, recorría las carreteras de Almería con John Lennon en un interminable Rolls Royce negro que hacía santiguar a los lugareños, creyendo que era un coche fúnebre. Él fue quien enseñó a un Beatle a jugar al mus, quien persiguió al Che Guevara en su ronda furtiva por Madrid, y quien extrajo la sonrisa más natural de Brigitte Bardot. Sus ojos fueron los que miraron tras la cortina del Palacio de la Moncloa, y sus manos las que despojaron a España de su camisón para ponerla, de golpe, en tanga.
Este hombre de pantalones oscuros y camisa roja, que saluda a la puerta de su casa blanca llena de libros, se confiesa, a sus casi ochenta años, dispuesto a colgarse del recuerdo y lanzarse, de liana en liana, de legislatura en legislatura, siempre cerca del poder y del mejor desnudo. Las fotografías de César Lucas son las curvas de Marisol al descubierto, el ombligo de Bárbara Rey antes de que se arrimara a él Juan Carlos I, y los pezones sin censura de Marta Sánchez que revolucionaron al ejército español.
El camisón de Bárbara Rey: un pulso al fin de Franco
El año 1975 se acercaba, y la muerte de Franco era inminente. Lucas, entonces al frente de su agencia Cosmo Press, llevaba un traje oscuro en el maletero «por si tenía que presentarme en el velatorio». Pero su objetivo era otro: la sensualidad.
Se subió a una escalera, buscando el ángulo perfecto sobre la cama de Bárbara Rey. Ella, con un camisón transparente, encarnaba el deseo prohibido. Lucas relata el momento con una intensidad casi cinematográfica: «llevaba un busca en el bolsillo y recuerdo que pensaba: ‘¡que no me llamen ahora, por favor, que no me llamen!’ ¡y no me llamaron!».
El flash capturó a una mujer de pelo rubio y cortito, medias de lija y la tripa al aire, un trozo de tela cubriendo a duras penas el pecho. Franco moriría, pero el desnudo de Bárbara Rey ya estaba gestando la liberación social que vendría. Aquellas fotos la catapultaron a la cúspide del sex symbol, atrayendo la atención del entonces monarca y de la política, pues la vedette terminaría siendo chica UCD en campaña.

La portada de Marisol: «¡César Lucas está loco!»
El año 1976 fue un punto de inflexión. El nacimiento del diario El País se fraguaba, y César Lucas fue nombrado editor gráfico. Sin embargo, su historia más explosiva venía de un set de fotografía antiguo.
Lucas era íntimo de Marisol (Pepa Flores) y su primer marido, Carlos Goyanes. En una sesión de fotos anterior, en plena dictadura, hicieron unos desnudos por encargo para una productora. «a pesar de todo lo que la conocía, recuerdo que me temblaron las piernas», confiesa Lucas.
Luego llegó la llamada que haría temblar a España. Antonio Asensio, líder de la recién nacida Interviú, fue directo: «tú tienes unas fotografías de Marisol desnuda, ¿verdad?». Cuando las vio, insistió en el órdago: «¡esto lo publico yo sí o sí! ¿hay alguna de busto para la portada?».
«pensé que estaba loco, que le iban a meter un paquete… ¡unas tetas en una revista en 1976! fue muy valiente», recuerda Lucas.

El tsunami fue inevitable: Interviú vendió cerca de un millón de ejemplares. Aunque la Fiscalía denunció a Lucas por aquellas imágenes, la suerte y el avance de la democracia jugaron a su favor. El juicio se demoró hasta 1980, y la sentencia incluso reconoció «la calidad artística de las fotografías». La propia Marisol, que no supo de la publicación en su momento, mostró una nobleza imborrable: «cuando se supo lo del juicio, nos encontramos en una cena del Partido Comunista. Marisol me dijo: ‘césar, me he enterado. si puedo hacer algo para ayudarte, dímelo, por favor’».
Secretos perdidos y el precio del periodismo audaz
La honestidad de Lucas revela también los sinsabores de su oficio. El desencuentro con Pepa Flores y Antonio Gades ocurrió tras el nacimiento de su primera hija, cuando Lucas rompió un pacto de confianza para conseguir una exclusiva en Mar del Plata, un acto de periodismo de trincheras que le valió la traición.

Además, Lucas confiesa la existencia de unos desnudos de Marisol nunca publicados, tomados en una playa de Río de Janeiro, en diapositivas Kodak cuya censura la dictadura ordenó destruir. «si alguien las tuviera, ya habrían salido. de verdad, creo que se extraviaron», lamenta.
Lucas fue testigo de la metamorfosis política, de la pana de Felipe González al traje de presidente. Estuvo en La Moncloa con Adolfo Suárez («el tío se partía de risa») y González, y se coló en el Hotel Palace en el 23-F simulando ser un turista. Su cámara vio a Norma Duval posar como camino a la perfección y a Sara Montiel resurgir sensual.
Su vida es la de un hombre que, con su lente, dio forma a la Transición en cada flash, recordándonos que, a veces, la verdadera historia se cuenta mejor con el cuerpo al descubierto.




