El lector incorregible: breve historia de un voyeur digital disfrazado de intelectual

En las profundidades virtuales de passionatte.com, entre un ensayo sobre la revolución fílmica de Rohmer, una tribuna sobre la neurociencia del deseo y una crónica encendida sobre el renacimiento del erotismo en el videojuego contemporáneo, hay un silencio atronador. Un desinterés flagrante, una ausencia que grita. Porque, querido lector, no estás ahí.

Sí, tú. Tú, que tal vez con solemnidad de busto romano presumes en tus redes sociales de amar el arte, el cine de autor y la estética del cuerpo como vehículo de pensamiento. Tú, que no lees —o finges no leer— estos artículos que tanto nos desvelan, que tanto se esfuerzan por levantar una conversación con la carne del mundo. Y sin embargo, tu dedo nervioso y tu pupila voraz sí se detienen cuando hay algo más… carnal.

Porque si en el título aparece “los 7 desnudos más bellos del cine comercial”, ahí sí. Ahí entras, corres, buceas, haces zoom, compartes, te indignas en los comentarios (¡cómo no!), y vuelves al día siguiente. No por el ensayo, no por la crítica, no por la reflexión. Vuelves por el pezón perdido entre los fotogramas, por la promesa de un suspiro pixelado, por la figura femenina transformada en altar de tu pereza cultural.

No es que el erotismo nos moleste. Al contrario: lo celebramos, lo esculpimos en palabras, lo pensamos desde el deseo y no desde la vulgaridad. El problema no es el cuerpo, sino tu uso del cuerpo como excusa para no pensar. Como trinchera donde protegerte de toda exigencia intelectual. El problema, amigo lector, es tu hipocresía de salón: el modo en que reclamas cultura y te comportas como un consumidor de teletienda hormonal.

Y lo sabemos. Sabemos cuánto se lee cada texto. Vemos los números, los clics, las horas de permanencia, los desvíos de mirada. Y lo que vemos no es una comunidad curiosa, libre y apasionada. Lo que vemos es un ejército de mirones disfrazados de cinéfilos, un desfile de intelectuales de barro con el pantalón bajado ante el primer gif sugerente.

Este artículo, claro, no lo leerás. O si lo haces, será por el morboso encanto de verte retratado, de descubrir si te mencionamos por nombre. Spoiler: no lo hacemos. Porque esto no es personal, sino cultural. Porque el vacío no tiene nombre, pero sí tiene estadísticas.

Y mientras tú sigas ahí —sólo ahí— nosotros seguiremos aquí. Escribiendo, filmando, pensando, amando los cuerpos pero también los símbolos, la estética y el sentido. Aunque el eco del clic nos devuelva, una y otra vez, tu ausencia disfrazada de voyeurismo.

Pero no temas: el día que el último de nuestros redactores caiga exhausto, aún quedará un titular sobre Scarlett Johansson en topless para que te sientas, por fin, como en casa.

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