El pistolero ciego (Blindman) y las mujeres del desierto: crítica del western barroco y erótico

Crítica de El pistolero ciego (Blindman)

El pistolero ciego (Blindman) y las mujeres del desierto: el western barroco y erótico

El universo del spaghetti western se suele trazar con los nombres canónicos de Sergio Leone, Sergio Corbucci o Sergio Sollima, como si el tridente de los Sergios fuese suficiente para abarcar el vasto y alucinado territorio del western europeo. Sin embargo, en los márgenes —donde a menudo brotan las verdaderas joyas del arte popular— florece una obra insólita, bizarra y poética que responde al nombre de El justiciero ciego (blindman, 1971), dirigida por el irregular pero visionario Ferdinando Baldi.

10-1024x804 El pistolero ciego (Blindman) y las mujeres del desierto: crítica del western barroco y erótico

Este film, injustamente excluido del panteón de los grandes clásicos del género, constituye una anomalía fascinante, una sinfonía de sol, polvo y carne, que oscila entre el delirio onírico y el brutalismo físico más descarnado. En un panorama donde lo crepuscular comenzaba a devorar la estética western, el justiciero ciego irrumpe como un susurro psicodélico, como un evangelio barroco recitado en voz baja por un profeta desfigurado. Crítica de El pistolero ciego (Blindman)

La premisa —ya de por sí tan excéntrica que parece extraída de una fábula mitológica— nos sitúa frente a un pistolero ciego que debe recuperar a cincuenta mujeres europeas prometidas como esposas a un grupo de mineros aislados en el desierto. A medio camino entre Ulises y Perseo, el protagonista se desplaza a tientas entre el polvo y la lujuria, guiado por su oído infalible, su memoria sensorial y una violencia que parece coreografiada más por el instinto que por la técnica. Este ciego armado hasta los dientes encarna una figura casi bíblica, un vengador ciego al modo de Sansón, pero sin templo que derribar: solo cuerpos por salvar y demonios por abatir.

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La presencia femenina, lejos de diluirse en la periferia del relato, deviene central. No como sujetos empoderados —sería anacrónico exigirlo— sino como ejes simbólicos de un deseo reprimido, de una pureza rota y de un erotismo abrasador. La escena de Magda Konopka —ataviada solo con el sol, el sudor y una soga— es una imagen que transciende lo puramente sensual: se trata de un icono del western erótico, una estampa que captura la esencia de un género que supo fusionar el mito con el cuerpo, la violencia con la carne. El spaghetti western no fue ajeno a la sexualidad, pero pocas veces alcanzó esta intensidad casi sacrificial, donde la mujer deviene tótem, herida y divinidad a la vez.

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Ferdinando Baldi, lejos de limitarse a la repetición de clichés, introduce un lenguaje visual de sorprendente lirismo. El uso de la profundidad de campo, el manejo del color —a menudo saturado hasta lo onírico—, el encuadre que busca lo pictórico antes que lo narrativo, configuran un universo estético que coquetea con el surrealismo sin abandonar nunca la brutalidad física del oeste inventado por los italianos. La cámara se mueve con una lógica casi subconsciente, como si la historia fuera narrada por un sueño febril más que por una estructura clásica. El desierto, omnipresente, se transforma en una especie de limbo metafísico, un escenario donde el tiempo parece suspendido y la violencia, inevitable.

1 El pistolero ciego (Blindman) y las mujeres del desierto: crítica del western barroco y erótico

La música, la puesta en escena y el montaje contribuyen a esta atmósfera de extrañamiento y sensualidad. Todo en el justiciero ciego parece apuntar a una síntesis entre el western operístico y el cine de autor más experimental. Baldi, quien ya había demostrado interés en formas narrativas más libres, encuentra aquí su gran partitura: un film que, sin renunciar al entretenimiento puro, se permite florituras estilísticas y decisiones formales que lo elevan por encima de muchas obras contemporáneas más reverenciadas. Crítica de El pistolero ciego (Blindman)

4-1024x799 El pistolero ciego (Blindman) y las mujeres del desierto: crítica del western barroco y erótico

Por supuesto, hay que hablar también de la presencia icónica de Tony Anthony, actor que encarna al pistolero ciego con una mezcla perfecta de sordidez y mística. Su rostro —perpetuamente tenso, concentrado, casi animal— nos recuerda que el héroe del spaghetti western no es nunca un caballero, sino un ángel caído que navega entre la podredumbre moral.

Resulta casi irónico que un film de estas características —tan delirante, tan libre, tan lleno de aristas y excesos— haya quedado relegado al estatus de obra de culto. El justiciero ciego no solo merece ser revisitado, sino que exige una relectura crítica desde los márgenes de la cinefilia. Es, en definitiva, un western que funde la poesía del polvo con la carne del mito, una película que no se ve: se experimenta.

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Si la trilogía del dólar fue el génesis y Hasta que llegó su hora el evangelio de este género bastardo, entonces El justiciero ciego es su libro apócrifo más incendiario. Y como todos los apócrifos, contiene verdades que los textos canónicos no se atrevieron a pronunciar. Imprescindible. Crítica de El pistolero ciego (Blindman)

GUIÓN ORIGINAL DEL FILM

EL EROTISMO Y EL DESNUDO COMO UNA DE LAS PIEZAS DE IDENTIDAD DE BLINDMAN (1971)

LO ONÍRICO Y LO VIOLENTO

Crítica de El pistolero ciego (Blindman)

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