España vendida por piezas: la invasión bursátil del suelo y la pérdida de identidad bajo la indiferencia de poder y oposición
España vendida por piezas: la invasión bursátil del suelo y la pérdida de identidad bajo la indiferencia de poder y oposición
En el escenario actual, donde las antiguas colonizaciones se disfrazan de poder adquisitivo, España parece estar siendo desmembrada lentamente, no por armas ni tratados coloniales, sino por la voraz presión del capital extranjero sobre su suelo, especialmente en el mercado residencial. Un fenómeno que debería alertar a cualquier sociedad que aún se reconozca en su historia y cultura: la tierra, la casa, el hogar se transforman en simples mercancías sometidas a la lógica bursátil, mientras la identidad nacional se disuelve ante la invasión silenciosa de inversiones foráneas.
Los datos son inequívocos y dolorosos. Entre 2007 y 2024, la compra de vivienda por parte de extranjeros en España se ha triplicado, pasando de representar un 7,5% del total de operaciones al 20,9%. Mientras tanto, los jóvenes españoles, aquellos que deberían ser los guardianes del futuro y herederos del paisaje cultural, ven desplomarse su capacidad de acceder a la propiedad: de casi un 24% en 2007 a un exiguo 10,4% hoy. Este contraste brutal no es casual ni circunstancial, sino el reflejo de una política pública ausente o complaciente, donde tanto gobierno como oposición parecen cómplices involuntarios de esta venta a plazos de España.
No es solo la especulación o el capricho del mercado: es la consumación de un saqueo moderno, donde el poder adquisitivo extranjero se erige en nueva corona imperial, colonizando territorios que antaño fueron protectorado y ahora se rinden al capital financiero global. Ciudades como Ibiza, Alicante, Palma de Mallorca o Barcelona exhiben esta realidad con cifras que rondan un 25-35% de compras extranjeras, imprimiendo un efecto alza en los precios que estrangula al ciudadano común.
Mientras tanto, los jóvenes españoles ven cómo su sueño de un techo propio se desvanece entre impuestos, inflación y una burocracia que no adapta políticas con visión ni urgencia. Las propuestas para facilitar la adquisición a los menores de 35 años, como aplazamientos en impuestos o avales públicos, son tímidos parches en un sistema que no cuestiona la raíz: la especulación extranjera no residente que adquiere viviendas como mero objeto financiero, alejando a la población local de la posibilidad de arraigo y pertenencia.
La crisis habitacional no es solo un problema económico; es una crisis de identidad y soberanía. El suelo público se vacía y se fragmenta, la vivienda protegida se reduce a una sombra tenue de lo que fue (solo una décima parte de los pisos protegidos en 1995), y la falta de un marco regulatorio contundente para limitar el poder extranjero en el mercado de alquiler y propiedad perpetúa la sangría.
Es imperativo entender que esta “tormenta perfecta” no surge espontáneamente, sino que es el resultado de años de desidia, cortoplacismo y un juego cínico entre poder y oposición, que han dejado a España a merced del capital global. El país se vende por piezas, y con cada transacción, se pierde un fragmento del alma colectiva, un poco más de su memoria, su futuro y su dignidad.
Solo una reacción decidida, con políticas integrales y valientes que prioricen a sus ciudadanos, la recuperación del suelo público y una regulación fiscal y financiera que proteja el derecho a la vivienda, podrá detener este proceso de colonización silenciosa. Porque no se trata solo de casas, sino de defender el derecho a ser dueños de nuestra propia tierra y de nuestro destino común.
En la encrucijada de esta era, España debe elegir: ser el decorado de una especulación extranjera sin rostro o recuperar el pulso soberano que mantiene vivo el tejido de su identidad y comunidad.
