Game Pass abre algunas puertas… pero cierra muchas más: el caso de Absolum y la lenta fuga de juegos en Xbox

Durante años, Microsoft ha vendido Game Pass como el futuro del videojuego: un acceso ilimitado, una democratización del catálogo, un “Netflix de los gamers”. Pero mientras el servicio ha abierto las puertas a unos pocos títulos privilegiados, ha terminado cerrándoselas a una gran mayoría de estudios medianos e independientes, que hoy miran a Xbox con más distancia que entusiasmo.

El último ejemplo lo pone Absolum, el aclamado beat ’em up de Dotemu, cocreadores de Streets of Rage 4 y uno de los nombres más respetados del género. El juego ha llegado con excelentes críticas a PC, PlayStation y Nintendo Switch… pero no hay versión para Xbox, ni parece que la vaya a haber pronto.

Cuando los fans preguntaron el motivo, el estudio fue claro —y algo resignado— en su servidor de Discord:

“Somos un equipo pequeño, y tenemos que priorizar. En este caso, Xbox no era una prioridad.”

La frase, simple pero contundente, resume el clima que muchos desarrolladores están viviendo: Xbox ya no resulta atractiva como plataforma de lanzamiento, no por falta de potencia o público, sino por la propia estructura del ecosistema Game Pass.

Porque, aunque el servicio brilla de puertas afuera con grandes nombres y campañas de marketing, de puertas adentro ha cambiado el modo en que Microsoft se relaciona con los estudios. En lugar de acuerdos técnicos o apoyo creativo, la prioridad pasa por si el juego encaja —o no— en el modelo de suscripción. Y ahí, proyectos medianos como Absolum suelen quedarse fuera.

La diferencia con Sony y Nintendo es clara: ambas ofrecen mercados más predecibles, mejores márgenes por venta y una comunidad fiel dispuesta a pagar por cada juego. En Xbox, en cambio, la obsesión por alimentar Game Pass ha convertido la consola en un escaparate difícil de rentabilizar para los estudios independientes.

Dotemu no es el primero ni será el último en tomar distancia. Muchos equipos pequeños prefieren invertir sus limitados recursos en plataformas donde su trabajo tenga más visibilidad y retorno. Mientras tanto, Microsoft se queda atrapada entre dos mundos: presume de catálogo diverso gracias a Game Pass, pero ve cómo cada vez más lanzamientos deciden saltarse su ecosistema.

Paradójicamente, la estrategia pensada para abrir puertas al jugador ha terminado cerrándolas a los creadores. Absolum no llega a Xbox no por desinterés artístico, sino por pura lógica de supervivencia.

Si Microsoft no reequilibra su modelo —apostando de nuevo por la colaboración directa y la venta tradicional—, su consola corre el riesgo de convertirse en un jardín amurallado: lleno de títulos de catálogo… pero vacío de novedades que realmente hagan vibrar al jugador.

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