La herencia en peligro: el regreso de Rambo y el riesgo de profanar una leyenda del cine de acción
La herencia en peligro: el regreso de Rambo y el riesgo de profanar una leyenda del cine de acción
El personaje de John Rambo, convertido en arquetipo del soldado traumatizado por la guerra y símbolo ambiguo del poderío estadounidense, se prepara para regresar a la gran pantalla. Se ha anunciado en el mercado cinematográfico de Cannes un nuevo proyecto que servirá como precuela a la saga original, bajo el título provisional de John Rambo, y que estará dirigido por Jalmari Helander, responsable de cintas como Sisu y Big Game. A priori, la noticia podría parecer un homenaje, una forma de revitalizar una franquicia mítica. Sin embargo, el gesto encierra un riesgo profundo: diluir en los códigos actuales del entretenimiento digital la esencia genuina y brutalmente romántica de una obra fundacional como Rambo: Acorralado – Parte II (1985).

Anunciada como una cinta de ambientación vietnamita que explorará los orígenes del personaje, esta precuela busca posicionarse como prólogo a First Blood (1982), la intensa y melancólica primera entrega. No obstante, hay un punto de inflexión que la industria parece empeñada en ignorar: fue en la segunda parte, dirigida por George P. Cosmatos y coescrita por Sylvester Stallone y James Cameron, donde el mito de Rambo alcanzó su plenitud estilística, emocional y simbólica. Lo que muchos tacharon entonces de propaganda belicista o espectáculo simplista, fue —para quienes saben mirar— una pieza rotunda de artesanía narrativa y visceralidad cinematográfica, capaz de condensar en cada plano la tensión ideológica de la Guerra Fría, la soledad del héroe desplazado y la poética de la destrucción.
Hoy, en un contexto dominado por algoritmos, universos compartidos y fórmulas de contenido “optimizado” para el consumo rápido, esta nueva reinterpretación podría suponer un borrado simbólico de la textura analógica, del sudor tangible y de la densidad emocional que definieron a Rambo como un ícono auténtico, y no como una simple marca reciclable.

Helander ha demostrado en Sisu un cierto dominio del lenguaje visual de la acción, con momentos estilizados que recuerdan a un John Wick nórdico y brutalizado. Pero el riesgo no está en su capacidad técnica, sino en el contexto que envuelve esta precuela: la necesidad de justificar cada producto como parte de un engranaje comercial mayor, donde la nostalgia se convierte en herramienta de venta y no en acto reverencial. Rambo: Acorralado – Parte II fue una declaración de principios estéticos: planos prolongados, montaje físico, explosiones hechas a mano y un cuerpo herido —el de Stallone— que hablaba tanto como las balas. ¿Cómo puede sobrevivir ese espíritu en un cine reducido a píxeles, efectos generados por computadora y guiones calibrados para atraer inversores más que conmover espectadores?
El guion de la nueva entrega ha sido confiado a Rory Haines y Sohrab Noshirvani (El mauritano, Black Adam), escritores con experiencia en thrillers contemporáneos, pero sin raíces reconocidas en la rudeza existencial que define a Rambo. El rodaje se iniciará en Tailandia el próximo octubre, en una aparente tentativa de volver a la espesura selvática que vio nacer la leyenda. Sin embargo, volver al paisaje no garantiza reencontrar el alma. El peligro no está en el proyecto en sí, sino en que —al igual que ocurre con tantas resurrecciones culturales— se convierta en una versión domesticada y digitalizada de una figura cuyo poder radicaba precisamente en su ferocidad sin filtros.
Sylvester Stallone, el rostro y el cuerpo de este héroe trágico, ha sido informado del proyecto, aunque no participa por el momento. Su ausencia —física y creativa— añade un matiz inquietante: ¿puede Rambo existir sin Stallone? ¿O lo que estamos presenciando es una reanimación de su cadáver para ser exhibido, convenientemente maquillado, ante una audiencia que nunca conoció el temblor de la carne verdadera?

En definitiva, la propuesta de John Rambo podría convertirse en un monumento vacío si no es capaz de dialogar con la intensidad primitiva de aquella segunda entrega gloriosa, tantas veces ridiculizada y sin embargo perfecta en su concepción y ejecución. Acorralado – Parte II es cine en estado puro, con sus excesos y sus códigos, pero también con su mirada trágica sobre el héroe roto. Volver a ese universo sin entenderlo es como reescribir una elegía con emojis. O peor aún, como colorear una herida para que parezca un tatuaje.