Maria León desnuda el silencio carmesí de Eduardo Casanovas: vampiras, deseo y nocturnidad

El cine y ahora también la televisión española se estremecen ante un anuncio que parece conjurar la luna negra del erotismo gótico: Eduardo Casanovas, siempre amante de lo incómodo, lo bello y lo perverso, prepara el inminente estreno de su miniserie Silencio, una inmersión en la iconografía vampírica filtrada por su estética desbordante, excesiva y profundamente sensual.

Si en Pieles nos lanzó a una orgía de cuerpos mutantes y en La piedad nos sumergió en el amor abrasivo entre madre e hijo, ahora Casanovas afila los colmillos del mito vampírico para hincarlos en la carne de nuestro presente. No es casualidad que el título sea Silencio: el silencio de la noche, el silencio que queda tras el grito, el silencio que acompaña al instante en que la vida se fuga por una mordida.

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Un aquelarre de actrices

El reparto femenino es una suerte de aquelarre contemporáneo. Ana Polvorosa, figura recurrente en la filmografía del director, aporta la vulnerabilidad desbordada por la furia; Leticia Dolera, con su ironía crítica y su rostro luminoso, parece destinada a encarnar una vampira que atraviese lo social y lo íntimo; María León, ya insinuada en el teaser en una breve secuencia desnuda en la cama, emerge como la promesa de un personaje ardiendo de deseo y condena; Lucía Díez, fresca y enigmática, y Mariola Fuentes, la sacerdotisa del costumbrismo oscuro, completan este pentagrama femenino que parece evocar tanto a las vampiras de Hammer Films como a las heroínas quebradas de Almodóvar.

La temperatura de la sangre

En el breve y oscuro teaser que circula en la red, apenas un parpadeo, el ojo del espectador alcanza a vislumbrar el cuerpo desnudo de María León, desbordando una extraña pureza de vulnerabilidad. No se trata de un desnudo banal ni gratuito, sino de una revelación: la carne como escenario del sacrificio, el lecho como altar, el cuerpo como geografía donde se cruzan la vida y la muerte. Casanovas, con su precisión plástica, sugiere que el vampiro no es tanto una criatura externa como un estado interior, un silencio que se despierta cuando la piel tiembla.

Herencia y ruptura

El vampirismo, en manos de Casanovas, difícilmente será un pastiche gótico de capa y colmillos. Todo apunta a un relato de intensidades contemporáneas, donde lo queer, lo grotesco y lo sublime se entrelazan para dar lugar a un artefacto de sensualidad oscura. La tradición literaria de Polidori o Stoker, el cine febril de Jean Rollin y la voluptuosidad de The Hunger parecen susurrar en el trasfondo, pero filtrados por un ojo español, joven y radical, que no teme a la carne ni al ridículo.

Lo que vendrá

Queda esperar. Silencio promete ser una experiencia que recorrerá los márgenes del género vampírico para transformarlo en un espejo de nuestras obsesiones contemporáneas. La cama donde María León yace desnuda en el teaser no es una simple imagen capturada: es la promesa de un rito. Un anuncio de que la sangre, la piel y la oscuridad volverán a reclamar su lugar en la pantalla.

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