Mastantuono o como la prensa deportiva convertida en un eco de lo amarillo

En otro tiempo, el periodismo deportivo fue un arte de la narración: crónicas que olían a hierba recién regada, titulares que sabían a victoria amarga o a derrota gloriosa, páginas en las que el balón no era un objeto sino un símbolo. Hoy, sin embargo, esas mismas páginas se parecen demasiado a los suplementos rosas: la pasión por el deporte ha sido devorada por la lógica del cotilleo, del gesto impostado, de la bandera agitada con estrépito. La prensa deportiva se ha transformado en una especie de nuevo corazón nacional, donde los futbolistas ya no son atletas, sino personajes de reality.

El caso reciente de Franco Mastantuono, nuevo jugador del Real Madrid, revela con crudeza este fenómeno. En vez de dejar que el muchacho encuentre su lenguaje en el campo —ese idioma sin palabras que es el fútbol—, los medios lo coronan apresuradamente como antídoto blanco frente al brillo precoz de Lamine Yamal. La noticia no se construye desde lo deportivo, sino desde la necesidad urgente de likes, clics y aplausos fáciles de una parroquia que exige héroes inmediatos, aunque el héroe aún esté en pañales.

Franco-Mastantuono-Xabi-Alonso-1024x576 Mastantuono o como la prensa deportiva convertida en un eco de lo amarillo

No importa la presión psicológica que se abalanza sobre un adolescente convertido en tótem mediático. No importa el desgaste de inflar expectativas que quizá nadie pueda sostener. Lo único que cuenta es el ruido, el contraste, la polémica fabricada que coloca a Mastantuono en un ring que todavía no le pertenece. El campo se vuelve secundario; la narrativa, terciaria; la ética, inexistente.

El periodismo deportivo serio —ese que debería contextualizar, analizar, acompañar— queda relegado a una voz ronca, casi inaudible. En su lugar, domina el sensacionalismo de barra de bar convertido en algoritmo. Ya no se trata de contar la verdad del juego, sino de fabricar ficciones convenientes: el Madrid contra el Barça, Mastantuono contra Yamal, el blanco contra el azulgrana. Fútbol reducido a caricatura.

Lo que se pierde no es solo la objetividad, sino la propia dignidad del relato deportivo. Se hiere a los jóvenes jugadores, atrapados en una exposición que no pidieron, y se hiere también al lector, condenado a consumir titulares vacíos, tan brillantes como desechables.

Quizá, en un futuro cercano, volveremos a valorar a aquellos cronistas que sabían escribir del fútbol como si fuera literatura, y no una guerra de banderas. Quizá Mastantuono pueda hablar en el único escenario que de verdad importa: el césped. Hasta entonces, seguimos atrapados en esta prensa que ya no cuenta goles, sino chismes; que ya no busca la verdad, sino el clic.

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