Premios Goya 2025: una noche de sorpresas, reivindicaciones y como siempre, hegemonía política

La 39.ª edición de los Premios Goya, celebrada en un ambiente de expectación y solemnidad, pasará a la historia como una de las más insólitas e imprevisibles. Lo que prometía ser una celebración del cine español quedó marcado por un acontecimiento inédito en la categoría más prestigiosa de la noche: el premio a la mejor película fue concedido ex aequo a El 47, de Marcel Barrena, y La infiltrada, de Arantxa Echevarría. Este inesperado empate generó perplejidad tanto en los asistentes como en la prensa especializada, que se apresuró a buscar precedentes similares en la historia de los Goya y los Oscar.

La velada transcurrió bajo el signo de la reivindicación, con discursos cargados de consignas ideológicas que, lejos de centrarse en el arte cinematográfico, volvieron a situar la política en el epicentro del evento. Desde las primeras intervenciones hasta los discursos de agradecimiento, la hegemonía del discurso progresista se hizo sentir con contundencia, relegando a un segundo plano el talento y la creatividad de los galardonados.

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El clímax de la noche llegó cuando Belén Rueda, encargada de anunciar el premio a mejor película, pronunció el nombre de El 47. Apenas unos segundos después, y en medio de una confusión palpable, añadió con lacónica sorpresa: «Y La infiltrada también». Este desenlace insólito, que algunos interpretaron como una decisión estratégica más que una coincidencia estadística, dejó entrever las tensiones latentes dentro de la Academia de Cine.

Más allá de la anécdota del empate, la gala de los Goya 2025 se inscribió en la tendencia de los últimos años: una ceremonia en la que la agenda política ha terminado imponiéndose sobre el reconocimiento genuino del cine como arte y expresión cultural. Si bien el cine español continúa demostrando su vitalidad con propuestas audaces y diversos talentos emergentes, la instrumentalización ideológica del evento ha vuelto a pesar más que la celebración de la excelencia cinematográfica. Un año más, los Goya han sido más un altavoz de consignas que un homenaje a la séptima arte.