Todas iguales: por qué la juventud española está creando “un único rostro” en Instagram

Hace veinte o treinta años, la belleza se escribía con plural. Era un mosaico irregular, con teselas de formas y colores diversos: la nariz aguileña de una actriz de cine independiente, la melena salvaje de una cantante de rock, el lunar en la mejilla de una modelo francesa, la sonrisa torcida de una presentadora de televisión. Cada rostro era un manifiesto personal, irrepetible, fruto de una genética caprichosa y de un estilo cultivado a golpe de personalidad. Las modas existían, sí, pero se filtraban a través de individuos reconocibles, con nombre propio y un aura que las diferenciaba.

Hoy, en cambio, al abrir Instagram en España (y probablemente en medio planeta), uno podría jurar que está viendo a la misma persona en distintas localizaciones: en la playa, en un café hipster, en la proa de un yate o en un gimnasio minimalista. Cambian los fondos, los filtros y el vestuario, pero el rostro —esa máscara perfecta— permanece idéntico. Una cara que no es de nadie y, a la vez, es de todas.

Se ha impuesto lo que podríamos llamar “el algoritmo facial”: cejas densas y perfectamente definidas, siguiendo el patrón que popularizaron tutoriales de belleza clonados en YouTube y TikTok. Ojos rasgados, no por genética, sino por el efecto “foxy eyes” logrado a golpe de delineador y extensiones de pestañas. Pómulos esculpidos por el contorno, labios aumentados o perfilados hasta rozar la caricatura, y una piel de textura irreal que no pertenece al mundo tangible, sino al de las apps de retoque. El pelo, casi siempre, se mueve en la misma gama: liso o con ondas estudiadas, color castaño iluminado con mechas “babylights” o rubio beige, como si se siguiera una carta Pantone capilar.

lola-lolita-marina-rivers-attending-mtv-emas-440nw-12602860eu Todas iguales: por qué la juventud española está creando “un único rostro” en Instagram
Image ref 106419483. Copyright Shutterstock No reproduction without permission. See www.shutterstock.com/license for more information.

¿Por qué ocurre esto? Porque la belleza ha dejado de ser un horizonte cultural y se ha convertido en un estándar industrial. Ya no es la moda la que se inspira en las mujeres reales, sino las mujeres las que se ajustan a la plantilla que dicta el feed. Y aquí entra la paradoja: el deseo de destacar en un océano de imágenes ha derivado en la copia sistemática de lo que más “funciona”. El like premia lo familiar, lo predecible, lo que no incomoda. Y así, una y otra vez, la misma cara se repite como un sello en serie.

Antes, la singularidad era un capital. Hoy, la uniformidad se vende como perfección. El resultado es que la juventud crece con un catálogo de rostros intercambiables, como si en lugar de personas estuviéramos observando avatares preconfigurados. Y eso empobrece no solo la estética, sino también la imaginación: ya no soñamos con ser distintas, soñamos con parecernos a la plantilla más rentable.

El riesgo es obvio: si todos los rostros son idénticos, dejamos de mirarlos con atención. Y entonces, la belleza —esa que nace de la diferencia— se vuelve invisible.

Si quieres, puedo seguir y añadir una parte más irónica, casi satírica, para que el texto tenga también ese guiño ácido que funcionaría en una revista de tendencias. ¿Quieres que lo haga así?

Puede que te hayas perdido esta película gratuita