Trump bromea con tirar a España de la OTAN y se postula, de paso, al Nobel de la Paz

Donald Trump lo ha vuelto a hacer. El expresidente de Estados Unidos —y actual aspirante al título de comediante geopolítico del año— ha dejado caer una de esas frases que hacen temblar a los diplomáticos y reír a los guionistas:
“Quizás deberíamos expulsar a España de la OTAN.”

El comentario, soltado con la naturalidad con la que otros piden un café, surgió durante su encuentro con el presidente de Finlandia, Alexander Stubb, en la Casa Blanca. El motivo: España sigue sin subir su gasto en defensa hasta el 5%. Y para Trump, eso es como no llevar corbata a una boda militar.

No tienen excusa para no hacerlo. Pero no pasa nada. Tal vez deberíamos expulsarlos, francamente”, dijo con esa sonrisa de vendedor de oro en televisión a las tres de la madrugada. El silencio posterior solo se rompió por el sonido de las cejas de Stubb elevándose hasta el techo.

De la cumbre a la cumbre… de la paciencia

El origen del conflicto viene de junio, cuando en La Haya los 32 países de la Alianza acordaron elevar su gasto militar. Todos dijeron “sí”, menos España, que prefirió mantener su 2% y gastar el resto en, bueno, cosas de paz. Desde entonces, Trump parece haber tomado el asunto como algo personal, quizá porque ningún país puede resistirse a su amor por los números redondos.

En su estilo característico, el magnate afirmó que lo de España “es terrible” y prometió “hacer que paguen el doble” si no cumplen. No aclaró si se refería a los impuestos, al menú del McDonald’s o al alquiler del local de la embajada.

Por su parte, Pedro Sánchez, siempre más zen, explicó que llegar al 5% supondría subir los impuestos unos 3.000 euros anuales por ciudadano. A lo que Trump, seguramente, habría respondido: “Eso es lo que cuesta un buen campo de golf en Miami, ¿cuál es el problema?”.

Nobel de la Paz (versión Trump)

Lo más glorioso del episodio fue que, tras amenazar con tirar a España de la OTAN, Trump se refirió a sí mismo —medio en broma, medio en serio— como un potencial candidato al Premio Nobel de la Paz.
Según explicó, expulsar países de alianzas militares sería, en su opinión, “la forma más rápida de conseguir la paz mundial”. Y, si uno lo piensa al estilo Trump, tiene lógica: si ya no hay aliados, tampoco hay guerras, solo reuniones canceladas y mucho silencio diplomático.

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Stubb, por su parte, asintió con esa sonrisa nórdica que mezcla cortesía con terror.

Trump cerró su discurso entre gestos teatrales, repitiendo que “Europa debería hablar con España”, como quien dice “habla con tu primo que nunca paga su parte”. Luego, levantó la vista al techo y añadió con solemnidad hollywoodiense:
“Si conseguimos que España llegue al 5%, le daré las gracias a Dios, y si no, al menos habremos hecho historia. O un buen show.”

Y así, entre amenazas, carcajadas y nominaciones imaginarias, Trump sigue construyendo su particular idea de la paz mundial: una donde todos se rían primero… y luego ya veremos.

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