¿Un visitante interestelar… o una sonda disfrazada? El misterio cósmico de 3I/ATLAS según Avi Loeb

¿Un visitante interestelar… o una sonda disfrazada? El misterio cósmico de 3I/ATLAS según Avi Loeb

A veces la ciencia se asoma al abismo y lo que devuelve la mirada no es un asteroide, sino una pregunta inquietante: ¿y si no están solos? El físico teórico Avi Loeb, eterno azote de las mentes cómodas y director del Proyecto Galileo en Harvard, vuelve a lanzar una piedra —o quizá una nave— contra el techo de cristal del pensamiento científico tradicional. Esta vez, el proyectil tiene nombre propio: 3I/ATLAS, el tercer objeto interestelar jamás observado por la humanidad… y, según Loeb, posiblemente el más sospechoso.

Detectado el 1 de julio de 2025, 3I/ATLAS apareció a 4,5 unidades astronómicas, brillando como si quisiera llamar la atención. Demasiado brillante, en realidad, para tratarse de un simple visitante cósmico. Según los cálculos, tendría un diámetro de 20 kilómetros: el doble del asteroide que borró del mapa a los dinosaurios. Y sin embargo, ningún registro astronómico había detectado antes algo así. Loeb no tardó en levantar la ceja.

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Entre la lógica estadística y la lógica de Clarke

Según los modelos estadísticos, deberíamos haber visto un millón de pequeños Oumuamuas antes de toparnos con algo tan grande como 3I/ATLAS. Y sin embargo, aquí está: enorme, brillante, y sin ninguna de las señales espectrales que se esperarían de un cometa. Lo que sí muestra es un enrojecimiento peculiar, como el de los objetos del Cinturón de Kuiper, cargados de tolinas, esos compuestos orgánicos que el cosmos cuece a fuego lento con rayos cósmicos y paciencia milenaria.

Pero no hay coma cometaria, ni gases, ni rastros moleculares. El objeto, al parecer, no parece natural.

Entonces Loeb plantea la hipótesis que incomoda a los guardianes del templo: ¿y si 3I/ATLAS no es un cuerpo natural? ¿Y si ha sido enviado deliberadamente hacia el sistema solar interior? ¿Y si estamos ante una sonda —o un mensaje— disfrazado de asteroide, como en Encuentro con Rama, la novela de Arthur C. Clarke que imaginó una nave cilíndrica de tamaño casi idéntico entrando en nuestra vecindad estelar?

Una visita que llega en mal momento… y en el ángulo ciego

Como si de una broma cósmica se tratase, el paso más cercano de 3I/ATLAS al Sol se producirá el 29 de octubre de 2025… justo cuando la Tierra esté en el otro lado del astro rey. Una observación óptima desde tierra será imposible. ¿Casualidad? ¿Coincidencia? ¿O un guiño calculado de quien no quiere ser observado demasiado de cerca?

Loeb cree que los grandes telescopios —el Rubin en Chile, y los telescopios espaciales Hubble y James Webb— podrán arrojar luz sobre la verdadera naturaleza del objeto. Pero no esconde su irritación: cuando se descubrió el objeto, Wikipedia omitió toda referencia a las anomalías, a pesar de conocer su artículo. La razón: no estaba aún publicado en una revista revisada por pares. Porque al parecer, en el siglo XXI todavía hay que pedirle permiso al clero editorial para señalar que el cielo se mueve de forma extraña.

¿Ciencia o dogma?

Para Loeb, lo escandaloso no es el objeto: es la censura blanda que recubre la ciencia actual. Esa que prefiere callar una anomalía antes que enfrentarse a ella. “Ocultar lo que no entendemos no es ciencia”, afirma, “es superstición con bata blanca”. Y remata con su ya célebre comparación: Galileo fue arrestado por mirar a Júpiter; ahora, parecería que uno puede ser “cancelado” por mirar demasiado de cerca a un asteroide que no encaja.

El mensaje es claro: el universo no tiene la obligación de seguir nuestras expectativas. Y tal vez 3I/ATLAS sea solo una roca rara. O tal vez sea algo más. Un espejo. Una sonda. Una advertencia. O un guiño de inteligencia ajena que quiere ver cómo reaccionamos.

Y si lo ignoramos por soberbia, por miedo o por puro protocolo… entonces, sí: nos merecemos seguir siendo ignorantes.

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