Una batalla tras otra: Paul Thomas Anderson y el cine convertido en ensalada César

Desde que Todo a la vez en todas partes se alzó con el Oscar, Hollywood abrazó con entusiasmo un nuevo mandamiento: mezclarlo todo sin miedo, agitar la coctelera de géneros hasta que el espectador ya no sepa si está ante una sátira, un drama íntimo, una parodia cósmica o un videoclip alargado. La moda de la “ensalada César” —ese plato que combina ingredientes nobles con trozos inconexos, a veces geniales, a veces indigestos— se ha consolidado. Y en Una batalla tras otra, Paul Thomas Anderson no solo se sube a esa ola, sino que la lleva hasta sus últimas consecuencias.

Adaptando Vineland de Thomas Pynchon, Anderson renuncia a la pulcritud de El hilo invisible y al aire melancólico de Licorice Pizza para lanzarse a un festín barroco en el que conviven sátira política, humor gamberro, drama familiar, western crepuscular, thriller paranoico, artes marciales y hasta un eco de comedia slapstick. El resultado: un plato monumental que algunos llamarán “mejor película del año” y otros, con razón, identificarán como otro adiós más a la narrativa clásica.

METMOHBMDBHOXIV54B73YAC3HA-1024x576 Una batalla tras otra: Paul Thomas Anderson y el cine convertido en ensalada César

Un cóctel que se derrama

El film arranca con fuerza: Teyana Taylor encarna a Perfidia, una fiera indomable cuya presencia arrastra a todos a su órbita. Pero cuando ella desaparece de escena, la película se desinfla, como si al César se le hubiesen olvidado las anchoas. Lo que queda es un desfile de personajes histriónicos: Leonardo DiCaprio como un revolucionario fumeta venido a menos, Sean Penn como militar villanesco que roza la caricatura, y Chase Infiniti como la hija que aporta el único respiro emocional y tridimensional al guion.

La música de Jonny Greenwood funciona como el aderezo constante: vigorosa, frenética, omnipresente… a ratos deliciosa, a ratos excesiva, como esa salsa que empapa la lechuga hasta volverla incomible.

1200_900-1024x768 Una batalla tras otra: Paul Thomas Anderson y el cine convertido en ensalada César

Sátira, equidistancia y vacío

Anderson reparte mandobles en todas direcciones: ni los revolucionarios ni las élites salen bien parados, y la película oscila entre lo grotesco y lo lúgubre. Pero en su deseo de morder a todos, la mordida pierde filo. Se banaliza lo urgente, se trivializa lo político y se diluye cualquier foco. Como toda ensalada desbordada, lo que empieza siendo exuberancia acaba en confusión.

El espectador puede leer la película como un comentario sobre el presente —cárceles improvisadas, auge del autoritarismo, sectas reaccionarias—, pero el film nunca se compromete del todo. Prefiere el guiño irónico a la tesis. El resultado es una parodia de la historia contemporánea que asusta y divierte al mismo tiempo, sin que quede claro cuál de las dos emociones debe prevalecer.

Critica-Una-batalla-tras-otra-One-Battle-After-Another-1024x616 Una batalla tras otra: Paul Thomas Anderson y el cine convertido en ensalada César

El regreso del mix total

Una batalla tras otra confirma la tendencia: el cine de autor ha dejado de temerle al caos y se sumerge de lleno en la fórmula de la ensalada César. Coppola lo ha hecho con Megalopolis, los Daniels lo consagraron con Todo a la vez… y ahora Anderson se suma con un proyecto que oscila entre el genio y la indigestión.

Quizá ahí resida su gracia: la imposibilidad de etiquetar, la libertad absoluta de hibridar. Pero también su tragedia: la renuncia a la claridad, a la solidez narrativa que alguna vez fue brújula del cine.

En el banquete que propone Anderson, cada cual decidirá si se deleita con la mezcla o si, tras dos horas y media de atracón, necesita urgentemente un antiácido.

Puede que te hayas perdido esta película gratuita