Videoclub Erótico: La bestia ciega
La carrera del director japonés Yasuzo Masumura está plagada de joyas provocadoras e inquietantes que sumergen al espectador en la sombra de la civilización para explorar los aspectos más oscuros y retorcidos de la condición humana. ‘Manji’ (1964) cuenta la historia de un triángulo amoroso lésbico, el oscuro romance en tiempos de guerra ‘Red Angel’ (‘Akai Tenshi’, 1966) es épicamente sombrío, y ‘Irezumi’ (1966) es una historia de amarga venganza que destroza el alma de una mujer. Sin embargo, incluso entre esta compañía subversiva, ‘Moju’ (‘Bestia ciega’, 1969) no solo es la más extraña y freakish de su obra, sino una de las películas psicológicamente más desconcertantes del cine.
Una adaptación de la historia del mismo nombre del famoso escritor de misterio japonés Edogawa Rampo, cuyas historias fueron conocidas por lo que se conoció como «eroguronansensu» («erotismo, grotesco, tontería»), ‘Blind Beast’ comienza con una joven modelo llamada Aki (Mako Midori) que pronto es secuestrada por Michio (Eiji Funakoshi), un escultor ciego con un fetiche obsesivo por explorar la forma femenina a través del sentido del tacto. Él la lleva a su almacén, que ha sido grotescamente adornado con varias esculturas de partes del cuerpo femenino de gran tamaño (labios, ojos, senos) y una pieza central de un desnudo gigante, donde se lleva a cabo una extraña exploración sadomasoquista de sus respectivas psiques.

Es sorprendente y refrescante que, en un panorama cultural que ha hecho del torture porn un género convencional, una película como ‘Moju’ todavía logra enervar, y de hecho lo hace de una manera más profunda y penetrante, que cualquier película de salpicaduras cargada de sangre. Lo que hace que la película sea tan inquietante para mí es que la psicología de los personajes es tan rica en diferentes capas de perversidad que los límites que definen a cada uno de ellos cambian a lo largo de la película antes de fusionarse finalmente en una simbiosis infernal y trascendente que colapsa la distinción entre Michio y Aki, cautivo y captor, así como el placer y el dolor.
Sin embargo, aunque el erotismo grotesco de la extraña premisa de la película es en sí mismo incómodo, la cinematografía y la música son igualmente inquietantes y evocan un ambiente surrealista y de pesadilla que captura perfectamente el claustrofóbico paisaje interno de los personajes. En resumen, la película es un convincente viaje alucinógeno a través de un reino tabú y, aunque puede no ser del agrado de todos los gustos, sin duda se recomienda para aquellos con una fascinación por los aspectos más oscuros del corazón humano, así como para aquellos que disfrutan de películas con aspiraciones artísticas genuinas en lugar de películas que simplemente desean entretener.