Videoclub Gratis: RUEDAS DE FUEGO (1985) | El Mad Max desconocido

Como el planeta ha sido supuestamente arrasado por una guerra nuclear los humanos supervivientes se han organizado en grupos, se han deshumanizado y han ido en busca de otros para comerse entre ellos.
Y es en las solitarias carreteras donde se libran estas carnicerĆasā¦
Imagino a George Miller partiĆ©ndose de risa cuando a partir de 1.981 vio llover clones de su Ā«Mad Max IIĀ» desde todas las cinematografĆas del Mundo; aquĆ©lla arrasa en los cines y populariza un subgĆ©nero que se convierte en el mĆ”s imitado dentro de los abismos del Ā«exploitationĀ»: la ciencia-ficción post-apocalĆptica. Pero absolutamente nadie logra superar ni igualar su inmortal joya; lo intentan los italianos con Ā«El Exterminador de la CarreteraĀ» (entre otras miles de propuestas) y ese mismo 1.983, allĆ” en Filipinas, el genio de la serie Ā«ZĀ» Cirio Santiago prueba suerte con Ā«StrykerĀ».
Su intentona de aprovechar el Ć©xito de la obra maestra australiana serĆ” tambiĆ©n el primero de los muchos films que Ć©ste dedicarĆa a dicho gĆ©nero. Dos aƱos despuĆ©s, a poco de estrenarse la horripilante 3.ĀŖ parte de las aventuras de Max Rockatansky, Santiago vuelve a las andadas con otra concienzuda imitación de la 2.ĀŖ, en cuya producción, mĆ”s ambiciosa, colabora Roger Corman, con quien Santiago ya habĆa mantenido una longeva colaboración. Un tubo de escape que expulsa fuego inicia esta aventura directamente, en la cual no interesan prólogos de ningĆŗn tipo ni explicaciones acerca del escenario en el que estamos.
En Ā«Ruedas de FuegoĀ» a Ć©ste sólo le importa la velocidad y la ferocidad, de hecho Ć©sta se concede pocos minutos de respiro; el hĆ©roe, Trace (que es como una combinación de Max y los personajes mĆ”s ariscos y pasotas de Chuck Norris), llega a un poblado donde reside su hermana Arlie (ni mĆ”s ni menos que la Ā«playmateĀ» estrella de 1.982 Lynda Ann Wiesmeier) y no deja pasar mucho tiempo para demostrar que, en efecto, Ć©l es el hĆ©roe de la pelĆcula, salvando al novio subnormal de la anterior de morir en una pelea absurda.
Este comienzo y las posteriores persecuciones del trĆo protagonista por gente que se supone que son villanos denota no una falta total de sentido comĆŗn, sino de poca vergüenza; a este director en absoluto le importa si lo expuesto estĆ” sujeto a alguna lógica narrativa, el puro entretenimiento es esencial, y de algĆŗn modo lo consigue con creces, y sirviĆ©ndose de un presupuesto ridĆculo (que bien se observa en la ejecución de las escenas de acción tipo Ā«El Equipo Ā«AĀ» Ā«, y el trabajo de efectos especiales y dobles). La violencia, por otro lado, pretende hacerla tan directa, abrasiva y misógina como la de Miller, aunque en una vertiente mĆ”s festiva y comiquera.
El caso es que aquà no hay una trama con bandos que se peleen por la gasolina, el agua (como en «Stryker») o algún otro preciado recurso; aquà el resorte para la aventura es el secuestro de Arlie por un grupo de bÔrbaros comandados por un cabecilla de tres al cuarto llamado Scourge. Esto es: una pandilla de moteros de garrafón que poco o nada tiene que ver con las bestias del Humungus; y allÔ vamos con el protagonista a recorrer los caminos y sortear mil peligros mientras la pobre chica sufre la tortura de sus raptores (desde luego Santiago no escatima en mostrar toda la suciedad, sadismo y vileza de la misoginia).

Lo que pasa es que este sencillo argumento de secuestro, venganza y persecuciones, que tantas veces usarĆ” el director, no precisaba de absolutamente nada mĆ”s, y falla en querer meter de por medio una serie de inĆŗtiles subtramas y personajes Ā«freaksĀ» cuya finalidad es aparecer para morir. AsĆ en este desierto tan poblado tenemos a grupos de saqueadores, salvajes cavernĆcolas, hermandades religiosas con esperanzas de abandonar el Planeta, personas con capacidades psĆquicas y seres extraƱos que moran bajo las arenas (esta parte en el film consigue dejar sin habla por su grado de absurdez).
Detalles mĆ”s cerca de la fantasĆa de Ā«Star WarsĀ», las aberrantes peripecias futuristas italianas (al estilo de Ā«Los Nuevos BĆ”rbarosĀ» o Ā«2.019: Tras la CaĆda de New YorkĀ») o los cómics de Ā«2.000 A.D.Ā», que convierte todo en un autoparódico y delirante festival Ā«sci-fiĀ» sin parangón. Al final lo que queda es una sucesión de masacres de enemigos sin importancia, explosiones por doquier, mucho efectismo cutre y finales previsiblesā¦aunque con un par de giros que ni tan siquiera yo esperaba; Gary Watkins, el mĆ”s carismĆ”tico de todos los actores que trabajaron con el director (despuĆ©s de David Carradine), se esfuerza lo que puede.
HĆ©roe cĆnico a rabiar e implacable en todos los sentidos (especialmente mĆtico ese instante en que le vemos saltar desde un acantilado y caer de pie en el sueloā¦Ā”mientras dispara a los enemigos!) que hasta goza de su pequeƱa trama amorosa (e inĆŗtil, pues se acaba muy prontoā¦). DespuĆ©s de Ć©ste y la muy bien dotada pero mediocre Wiesmeier, unos habituales de Santiago tan pobres como Joe Avellana, Don Gordon Bell y Henry Strzalkowski; y si bien en conjunto sus dones tĆ©cnicos son de barraca de feria, no puedo evitar sentir un cariƱo nostĆ”lgico por la banda sonora de Chris Young (tan calcada a la de Brian May).
SĆ, con todas sus cosas malas, que no son pocas, esta sĆ”dica, desvergonzadĆsima y disparatada aventura es lo mĆ”s potable y mĆ”s espectacular (teniendo en cuenta sus limitaciones) filmado por el filipino, se podrĆa decir que su obra culmen, un caramelo para los aficionados al Ā«exploitationĀ» post-apocalĆptico y de los ’80.
Lo siguiente que rodarĆa en este gĆ©nero serĆan deleznables Ā«corta y pegaĀ» de esta obra. Y un servidor si ha de ser sincero la prefiere, pero de lejos, a aquella farsa de George Miller y George Ogilvie con la histriónica Tina Turnerā¦al menos la que nos ocupa me ha hecho reĆr de manera genuina, y no involuntaria.