Xbox no abandona la guerra de consolas, la pierde

Xbox confiesa su rendición: Matt Booty disfraza la derrota bajo un discurso de modernidad

Hay derrotas que se maquillan con palabras elegantes, y luego está la de Xbox, que hoy viste su rendición con traje corporativo y sonrisa de PowerPoint. Matt Booty, presidente de Xbox Game Studios —un ejecutivo de sueldo multimillonario— ha declarado que “la guerra de consolas ha terminado” y que, ahora, sus verdaderos competidores son TikTok y el cine. Lo ha dicho justo después de anunciar que Halo: Campaign Evolved, el remake del legendario Halo: Combat Evolved, llegará por primera vez en la historia a PlayStation. La misma saga que fue bandera, orgullo y baluarte de la marca verde, ondeará ahora bajo el logo azul de su antigua rival.

El problema no es que Xbox abandone la guerra de consolas: es que la perdió. Y lo hizo bajo el mando de Booty y Phil Spencer, los dos capitanes que, con discursos de apertura y estrategias difusas, transformaron lo que fue una trinchera de identidad gamer en un parque temático de servicios y suscripciones. Hoy, el abandono de esa guerra no es una elección espiritual: es una consecuencia.

El discurso del derrotado

En declaraciones a The New York Times, Booty explicó que el objetivo de Xbox es ahora “llegar a la gente esté donde esté”, lo que significa, en realidad, renunciar al alma de la consola como territorio propio. Xbox ya no quiere tener casa, porque la casa está en ruinas. En su lugar, se disfraza de viajero cosmopolita, diciendo que la exclusividad es “anticuada” y que su guerra está en otra parte: en TikTok, en el cine, o quién sabe si en Netflix o en el metaverso de Meta.

Lo cierto es que mientras Booty predica la globalización de la marca, Microsoft ha cerrado estudios, despedido a 9.000 empleados y cancelado proyectos como Perfect Dark o Everwild. No es una reinvención: es una retirada. Una retirada con aplausos grabados y una sonrisa de presentador.

La rendición bajo la palabra “evolución”

Que Halo —la joya de la corona— desembarque en PlayStation tiene una fuerza simbólica que Booty intenta diluir con tecnicismos estratégicos. Pero la verdad es sencilla: si el buque insignia ondea otro pabellón, el barco se ha hundido.

Sarah Bond, presidenta de Xbox, acompaña el coro afirmando que los juegos exclusivos son “anticuados”. No es una visión de futuro, sino un argumento de resignación. Cuando ya no puedes competir con títulos propios ni sostener una identidad de marca, es fácil llamar “anticuada” a la exclusividad.

Entre la derrota y la excusa

Mientras tanto, los precios de Game Pass suben, las consolas escasean y la estrategia “multiplataforma” se presenta como evolución natural. Pero toda esta retórica huele a otra cosa: a empresa que se rinde, no a visionaria que avanza. Microsoft parece no comprender que el alma del videojuego no está en “llegar a más gente”, sino en crear mundos propios que merezcan ser habitados.

En su intento por diluir la guerra de consolas, Xbox ha diluido también su identidad. Phil Spencer y Matt Booty pasarán a la historia no como los ejecutivos que modernizaron el juego, sino como los que firmaron el armisticio sin haber ganado ninguna batalla.

El resultado final tiene un regusto melancólico: la marca que nació para desafiar a Sony se arrodilla ante ella, proclamando que “ya no hay guerra” mientras entrega sus trofeos al enemigo. No es paz. Es claudicación. Y la firma Matt Booty.

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