El brillo de la alfombra roja de los Goya y la paradoja del discurso
La gala de los Premios Goya 2025, celebrada en el majestuoso Palacio de Congresos y Exposiciones de Granada, no solo fue una noche de reconocimientos cinematográficos, sino también un espectáculo de opulencia y lujo que contrasta visiblemente con el discurso político predominante en el evento. Como cada año, las estrellas desfilaron sobre la alfombra roja exhibiendo prendas de alta costura, joyas deslumbrantes y estilismos que evocan un universo de sofisticación casi irreal. Un contraste que, lejos de pasar desapercibido, resulta especialmente llamativo cuando en la gala se enarbola un mensaje de justicia social y compromiso con los desfavorecidos.
Desde los primeros compases de la ceremonia, los discursos estuvieron marcados por reivindicaciones en favor de la equidad, el acceso a la cultura y el respaldo a las clases trabajadoras. Sin embargo, estas palabras chocaban de bruces con la fastuosidad desplegada en la antesala de la gala. El rojo y el negro fueron los tonos dominantes en la vestimenta de las estrellas: Maribel Verdú en Alberta Ferretti, Leonor Watling en Redondo Brand, Elena Anaya con un Armani Privé, y la impecable Macarena García con un vestido negro de terciopelo de Dior. Diseñadores internacionales como Stephane Rolland, Carolina Herrera y Jean Paul Gaultier, junto con las joyas de Bulgari y Loewe, acentuaron la magnificencia del evento.



La ironía se acentúa cuando figuras prominentes del cine aprovechan su momento en el escenario para criticar las desigualdades y pedir un mundo más justo, mientras lucen prendas y accesorios cuyo valor supera el sueldo anual de muchos ciudadanos. Es una contradicción que el cine, una industria que pretende ser reflejo de la realidad social, reproduzca sin reparos un modelo de elitismo que parece ajeno a las problemáticas que denuncia.
No se trata de censurar la elegancia o la celebración de un arte que merece su reconocimiento, sino de evidenciar la paradoja. La cultura y el cine, en su esencia, han sido herramientas de denuncia y cambio, pero cuando sus representantes parecen desconectados de los valores que defienden, la credibilidad se diluye. ¿Puede hablarse con autenticidad de justicia social desde una gala que se erige sobre el lujo extremo?
La respuesta, como en todo arte, queda sujeta a interpretaciones. Lo innegable es que la gala de los Goya 2025 ha sido un nuevo episodio en el eterno debate sobre la coherencia entre el mensaje y la puesta en escena. Mientras las luces de los focos se apagan y los ecos de los discursos se desvanecen, queda en el aire la cuestión de si alguna vez el cine español logrará resolver esta dicotomía sin caer en el eterno juego de contradicciones.