Carmen Corazzini al desnudo: entre el crimen y el espejo, o la belleza como pasaporte al informativo

Carmen Corazzini al desnudo: entre el crimen y el espejo, o la belleza como pasaporte al informativo

La televisión española despierta cada mañana con un nuevo rostro, aunque no tan nuevo como familiar. Carmen Corazzini, hasta ahora responsable del parte meteorológico en Telecinco, ha sido elegida para conducir el informativo matinal de las 7 h, reemplazando a Laila Jiménez. Un ascenso en apariencia natural, aunque lleno de matices. Porque si bien Corazzini posee formación sólida —periodismo, criminología, victimología—, es evidente que su proyección mediática descansa también, y sobre todo, en su físico.

Mientras prepara un libro titulado Personas bestias, donde analiza los pliegues más turbios de los crímenes mediáticos y los perfiles psicopáticos, la televisión decide poner su rostro no en el espacio del debate o el análisis, sino al frente de un telediario que necesita, como casi todos los espacios televisivos, una imagen luminosa con la que envolver el desayuno informativo del espectador medio.

La forma antes que el fondo

Corazzini no es una excepción: es síntoma. En el ecosistema audiovisual actual, donde el prime time ha sido reemplazado por el scroll infinito y el zapping emocional, el físico sigue siendo el primer filtro, la primera credencial, el primer pase. Se puede ser culta, informada, incluso aguda… pero antes, inevitablemente, se debe ser “atractiva”. La inteligencia, si llega, lo hará después. Entra por la puerta de servicio.

El problema no es ella, que ha demostrado sobrada solvencia y preparación, sino el molde que la recibe. El noticiero matinal no busca una voz crítica ni una mente analítica: busca presencia, rostro amable, dicción clara y un vestido que no opaque el teleprompter. Así se construyen los referentes. Así se entrena el ojo del espectador.

Belleza y crimen, doble filo en la narrativa pública

Curiosa paradoja: mientras Carmen Corazzini escribe sobre asesinos, víctimas y mecanismos de manipulación criminal en su ensayo aún inédito, la propia televisión la somete al juicio más sutil y persistente: el del deseo visual. En su libro, explora el mal como arquitectura psicológica; en pantalla, lucha —probablemente sin querer— contra el otro mal, más blando pero igualmente voraz: la reducción de toda mujer inteligente a “rostro televisivo”.

Su estilo gusta. Su estética encaja. Y eso, en televisión, es moneda. Que también sepa lo que dice es, para muchos directivos, una suerte de bonificación. Pero rara vez es la razón por la que se la elige.

Una belleza que legitima

No es nuevo, pero sigue siendo vigente: en los informativos, como en la publicidad, el cuerpo sigue siendo un canal de legitimación. La periodista atractiva no sólo comunica: tranquiliza, adorna, sugiere autoridad sin resultar intimidante. Corazzini, con su elegancia sobria y su tono dulce, cumple todos los requisitos del siglo XXI televisivo. El talento está, sí. Pero entra al plató, como casi siempre, disfrazado de cosmética.

Epílogo: entre la cámara y el abismo

¿Es posible que Carmen Corazzini logre invertir el eje, y hacer que el contenido se imponga finalmente sobre la forma? Tal vez. Pero no será sencillo. Porque en televisión, como en ciertos crímenes que ella misma estudia, lo que se ve no siempre es lo que importa. Y lo que importa… rara vez se ve.

Queda en manos de figuras como ella desmantelar, desde dentro, ese altar donde la belleza aún se venera como virtud principal. Y hacerlo no desde la queja, sino desde la persistencia: seguir hablando con hondura, incluso cuando todo alrededor está diseñado para que solo la escuchen por su voz, no por su pensamiento.

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