Aubrey Plaza desnuda
Megalópolis puede describirse vagamente como una interpretación futurista de la conspiración catilinaria. Una interpretación más literal de esa conspiración habría sido una metáfora (quizás demasiado obvia) de la política estadounidense moderna. Catalino era un antiguo romano que perdió una elección, pero se negó a aceptar los resultados, planeando enviar una turba de sus partidarios enojados para derrocar al «estado profundo» en Roma, que estaba dirigido por Cicerón. Catilina básicamente planeó un golpe violento para colocarse a sí mismo y a sus aliados a cargo de la república.
Megalópolis usa los nombres de los personajes involucrados en ese episodio histórico, pero no convierte a Catilina en un villano o a Cicerón en un héroe, eligiendo en cambio posicionar a Catilina como un agente visionario del cambio necesario, y a Cicerón como un defensor del status quo corrupto. Coppola envuelve esa historia en teatralidad, como si Tom Hooper o Baz Luhrman hubieran decidido hacer una versión musical de Julio César
Tengo que darle crédito a Coppola por la audacia de hacer lo que es esencialmente una película experimental, en absoluto lo que uno podría esperar de una figura del establishment de 80 años que ocupa una silla central en el panteón de los dioses del cine. La película está llena de imágenes surrealistas, colores saturados, acción frenética, comedia extraña y actuaciones exageradas. Al contrario de lo que insinué anteriormente, en realidad no es un musical, pero se desarrolla de esa manera, por lo que aún esperaba que la gente detuviera la acción y comenzara a cantar en cualquier momento. En su lugar, detuvieron la acción para pronunciar monólogos shakesperianos, y no lo digo en sentido figurado. En un momento dado, Adam Driver pronuncia, de manera bastante inexplicable, el famoso soliloquio de Hamlet «ser o no ser».
Coppola supuestamente financió la película con hasta 120 millones de dólares de su propio bolsillo. Es un anciano con más dinero del que necesitará para su propio placer o comodidad, por lo que decidió usar esa riqueza para marcar el elemento principal que quedaba en su lista de deseos. (Y en un momento dado, literalmente usó a Chéjov para tachar ese artículo). La autofinanciación significaba que no había nadie que llevara las riendas una vez que finalmente decidió seguir adelante con el proyecto, y no había nada que le impidiera hacer su obra maestra exactamente como la imaginó.