De cómo Google dejó de buscar para empezar a vender

De cómo Google dejó de buscar para empezar a vender

Hubo un tiempo —no tan lejano— en que Google era una puerta. Una entrada blanca, diáfana, con apenas un campo de texto que invitaba al mundo entero a preguntar. Y esa pregunta podía ser inocente o desesperada, científica o banal, íntima o colectiva. Google respondía con la gratuidad del sabio que lo sabe todo y no espera recompensa. Pero esa puerta, que parecía mágica, no llevaba a la biblioteca de Alejandría. Llevaba, más bien, a un centro comercial disfrazado de oráculo.

Del verbo buscar al verbo comprar

Hoy, Google ya no es un buscador. Es un vendedor que susurra marcas, empaqueta respuestas y etiqueta todo con precios. Como esas tiendas de lujo que, antes de que preguntes por una prenda, ya te la han doblado y cobrado, Google nos lleva directo al escaparate de sus clientes preferidos. ¿Buscas una receta de pan casero? Aparecerán hornos, harinas de marca, batidoras premium. ¿Quieres saber qué ver esta noche? El primer resultado será un anuncio de una plataforma de pago. ¿Buscas síntomas de una dolencia? Mejor prepárate para navegar entre seguros médicos y laboratorios privados.

El conocimiento, antes índice libre y algorítmico, se ha subordinado a las pujas del mercado. La búsqueda, esa acción tan profundamente humana, ha sido convertida en un proceso de retargeting. No se nos guía hacia la verdad, sino hacia el checkout.

El jardín cada vez más cerrado

Google no solo ha priorizado a quien paga más. También ha colonizado sus propios espacios. Antes te guiaba a sitios diversos; ahora te retiene en su ecosistema. YouTube, Google Shopping, Maps, Flights, News, incluso respuestas automáticas directamente en la primera página. ¿Para qué salir, si todo lo que ves ya es Google? Un jardín cada vez más cerrado, donde las flores son productos, y los senderos, pasarelas de compra.

Y cuando no es directamente un producto, es un contenido manipulado para parecerlo. Las páginas optimizadas para SEO, más que información, son vitrinas disfrazadas. No te hablan: te persuaden. Google, antes bibliotecario, se volvió escaparate.

Como-salir-en-Google-Shopping-1024x691 De cómo Google dejó de buscar para empezar a vender

La promesa traicionada

El contrato social de Google era sencillo: tú preguntas, nosotros respondemos con lo más relevante. No con lo más rentable. Pero esa promesa se ha quebrado, lenta y silenciosamente. Como una relación de pareja en la que uno empieza a cambiar sin avisar. Dejó de escucharte para empezar a venderte. Como si al pedir ayuda a un amigo te contestara: “claro, pero primero mira este anuncio”.

El buscador que aspiraba a ordenar la información del mundo se convirtió en un operador logístico de intenciones. No informa: monetiza. No prioriza el contenido más útil, sino el que más paga por ser visto.

La nostalgia del hipertexto

Google ha olvidado que Internet nació como un enjambre de vínculos, no como una caja registradora. Hoy, los caminos se han angostado, y el que paga construye autopistas. Todo lo demás queda sepultado en la página dos. O peor aún: desaparece del mapa.

Lo que antes era búsqueda ahora es mercado. Y lo que antes era exploración, ahora es consumo. Nos queda la nostalgia de aquel primer Google, blanco y humilde, que devolvía páginas de estudiantes, foros oscuros y blogs escondidos, donde a veces se encontraba —entre erratas y textos sin pretensiones— una respuesta verdadera. O al menos una voz humana.

Epílogo: ¿quién busca al buscador?

En un mundo donde todos venden, ¿quién queda para buscar de verdad? ¿Quién se atreverá a construir el próximo Google, el que no nos vea como clientes sino como viajeros? Tal vez el futuro dependa de inventar un buscador que nos devuelva la alegría de perdernos. Un mapa sin precios, donde lo valioso vuelva a ser lo que no se compra.

Hasta entonces, navegamos entre anuncios, mientras fingimos que aún buscamos.

Puede que te hayas perdido esta película gratuita