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El estreno de Alien: Romulus ha despertado, una vez más, en los seguidores de la icónica saga concebida por Ridley Scott, el recuerdo de una de las características más perturbadoras de los xenomorfos: su capacidad para asimilar y modificar su propia biología en función de los genes de su huésped, adaptándose de manera prodigiosa a cualquier entorno. Esta extraordinaria habilidad, sin embargo, palidece ante la versatilidad de la industria cinematográfica de serie B, que ha demostrado una destreza única para replicar, en versiones de bajo costo, los éxitos taquilleros de Hollywood.

La tendencia de «fusilar» estos grandes éxitos tiene su origen en el ocaso de la década de los 70 y el amanecer de los 80, una era en la cual la industria del cine de bajo presupuesto, conocida por su enfoque hacia los videoclubs, comenzaba a perfilarse. La saga Alien no fue inmune a este fenómeno, viéndose asediada por numerosas imitaciones descaradas (o «rip-offs» en un inglés que busca disimular su vulgaridad) y por «falsicuelas», un término que bien podría derivar de la ingeniosa amalgama entre «falsa» y «secuela», pero también de la pícara esperanza de «a ver si cuela». Durante los años de esplendor de Alien, estas copias proliferaron con la misma velocidad y determinación que los huevos en LV-426.

Con el propósito de conmemorar el regreso de los temidos xenomorfos a la pantalla grande, se presenta aquí un análisis de algunos de los clones más notorios que la serie B ha generado en torno al universo de Alien. Pues, como reza el proverbio adaptado: «en el espacio, nadie puede interponer una demanda por derechos de autor».

«La Cosa (1982): Una Obra Maestra del Horror Cósmico y la Desconfianza Humana»

La Cosa (1982), dirigida por John Carpenter, es una película que ha dejado una huella indeleble en la historia del cine de terror. Adaptada de la novela corta Who Goes There? de John W. Campbell, la cinta nos transporta a la desoladora Antártida, donde un grupo de científicos estadounidenses se enfrenta a una criatura alienígena capaz de imitar a cualquier ser vivo que asimile. Esta premisa simple pero profundamente inquietante se convierte en el núcleo de una narrativa que explora no solo el horror cósmico, sino también los abismos de la desconfianza y la paranoia humana.

El filme destaca por su atmósfera asfixiante, potenciada por los efectos especiales innovadores de Rob Bottin, que aún hoy son considerados algunos de los más impactantes del género. La criatura, en constante mutación, es una manifestación física de lo desconocido, lo abyecto y lo incontrolable, desafiando las leyes de la biología y la imaginación.

Además del terror visceral, La Cosa es una reflexión sobre la fragilidad de la identidad y la confianza. A medida que el grupo se ve incapaz de discernir quién es humano y quién es una imitación alienígena, la paranoia se apodera de los personajes, revelando el lado más oscuro de la naturaleza humana. Kurt Russell, en el papel del desconfiado piloto R.J. MacReady, lidera un elenco que encarna magistralmente el creciente miedo y desesperación.

Inicialmente, La Cosa no fue bien recibida ni por la crítica ni por la taquilla, eclipsada por el éxito de otros estrenos de la época como E.T.. Sin embargo, con el tiempo, ha sido revalorizada como una obra maestra del terror y la ciencia ficción, reconocida por su capacidad para explorar el horror en múltiples niveles, desde lo físico hasta lo psicológico. Hoy, La Cosa es un filme de culto, esencial en el estudio del cine de terror por su audaz enfoque y su inquebrantable capacidad para perturbar a sus espectadores.

«Contaminación: Alien invade la Tierra» (Luigi Cozzi, 1980)
Luigi Cozzi, un director italiano tan versátil que podía filmar desde epopeyas bárbaras hasta sagas de nazis, adopta aquí el seudónimo de Lewis Coates para ofrecer una película que, fiel a su estilo, reemplaza el espacio exterior por la Tierra y eleva el gore a niveles insospechados, todo dentro de los límites de su limitado presupuesto. No obstante, cabe destacar la participación de Goblin en la banda sonora, el mismo grupo que colaboró con Dario Argento en clásicos como Suspiria y Rojo oscuro.

«Alien 2: Sobre la Tierra» (Ciro Ippolito, 1980)
Bajo el alias de Sam Cromwell, el director italiano Ciro Ippolito se anticipó, ni más ni menos, seis años a James Cameron con esta falsicuela de Alien, astutamente titulada para atraer a los incautos. Sin embargo, quienes acudieron al cine con la esperanza de continuar la saga de Ripley, se llevaron una decepción monumental. Alien 2 transcurre en el siglo XX y se desarrolla en una caverna poblada por alienígenas con apariencia humana, una mera coincidencia si algo en ella evoca a los xenomorfos.

«Inseminoid» (Norman J. Warren, 1981)
Comercializada en España bajo el provocador eslogan «¡Un alumbramiento muy alejado de lo humano!», esta producción estadounidense sigue muy de cerca el argumento de Alien, con una salvedad importante. Aquí, la astronauta Judy Geeson, tras ser fecundada por el extraterrestre, no se limita a sufrir una explosión fatal al estilo de John Hurt. En su lugar, se convierte en una asesina que sacrifica a sus compañeros para alimentar a su monstruoso vástago de látex.

«La galaxia del terror» (Bruce D. Clark, 1981)
Ningún compendio sobre la serie B estaría completo sin una mención a Roger Corman, y este caso no es la excepción. Con un presupuesto de apenas 700,000 dólares, esta copia barata de Alien es célebre por contar entre su equipo a James Cameron, entonces jefe de la segunda unidad y responsable de efectos especiales, y a un joven Bill Paxton, quien desempeñaba tareas en el departamento de vestuario. En el ámbito del terror cósmico, y más aún en el de la serie B, lo inesperado es la única constante.

«Xtro» (Harry Bromley Davenport, 1982)
Famosa por sus efectos especiales que exploran el horror corporal y por un argumento que bordea lo surrealista (según el director, el guion fue escrito bajo la influencia de narcóticos), esta producción británica es una de las exploitations más singulares de Alien. La historia gira en torno a un padre de familia que regresa profundamente alterado tras una abducción extraterrestre. Pese a su excentricidad, Xtro logró un estatus de culto, dando lugar a dos secuelas.

«Lifeforce: Fuerza vital» (Tobe Hooper, 1985)
Con un guion de Dan O’Bannon (uno de los creadores de Alien), Tobe Hooper en la dirección, un joven Patrick Stewart en el reparto y una banda sonora de Henry Mancini, esta combinación de terror espacial y vampirismo clásico prometía mucho… Sin embargo, el sello de Cannon Films, una de las productoras más infames del cine, terminó por comprometer sus aspiraciones.

«Creature» (William Malone, 1985)
Klaus Kinski, conocido tanto por su estilo de actuación desmesurado como por su turbulenta vida personal, era una de las pocas figuras capaces de infundir miedo a los mismos xenomorfos. Quizás por ello, este derivado de Alien con elementos de zombis, rodado con el equipo de efectos especiales que más tarde trabajaría en Aliens, incluyó a Kinski en un papel tan monstruoso como él mismo.

«Creepozoides» (David DeCoteau, 1987)
David DeCoteau, conocido por su prolífica carrera y su predilección por introducir giros homoeróticos en el subgénero slasher, aún era un cineasta emergente cuando dirigió este filme protagonizado por Linnea Quigley, una veterana de la serie B. En un guiño a los cambios de época, Creepozoides toma como modelo no a la primera Alien, sino a Aliens, cruzando su premisa con las historias postapocalípticas y los mutantes, tan característicos del cine ochentero.

«Terminator 2» (Bruno Mattei, 1989)
Bruno Mattei, el cineasta detrás de títulos tan controvertidos como Casa privada para las SS y Terror en el convento, resucita su pseudónimo «Vincent Dawn» para desafiar no solo a Ridley Scott, sino también a James Cameron, plagiando simultáneamente el argumento de Aliens y el título de la secuela de Terminator, dos años antes de que esta fuera filmada. Ambientada en una Venecia futurista infestada de mutantes, esta película carece de cualquier relación con el T-800 o Sarah Connor.

Leviathan: Terror en las Profundidades del Océano»

Leviathan (1989) es un thriller de ciencia ficción dirigido por George P. Cosmatos que sigue a un grupo de mineros submarinos atrapados en las profundidades del océano Atlántico. Tras descubrir los restos de un naufragio soviético, los trabajadores desatan sin querer una criatura mutante que comienza a cazarlos uno a uno. Inspirada por clásicos del género como Alien y The Thing, Leviathan destaca por su atmósfera claustrofóbica y sus efectos especiales, que sumergen al espectador en un viaje aterrador y opresivo en el entorno más inhóspito de la Tierra.

«Leprechaun 4: En el espacio» (Brian Trenchard-Smith, 1994)
Dando un salto temporal, nos encontramos con esta joya de la alienexploitation, perteneciente a una de las sagas más inusitadas del terror videoclubero, protagonizada por Warwick Davis, el icónico Willow. En esta cuarta entrega, no faltan los marines coloniales ni una boda (de conveniencia) entre el duende protagonista y una princesa alienígena. Con estos elementos, poco más hay que añadir.