Disney ha tomado una decisión que desafía toda lógica galáctica: confiar la nueva trilogía de Star Wars a Simon Kinberg
Sí, ese mismo Kinberg que acumula títulos en su currículum como guionista, productor y ocasional director… pero cuya carrera demuestra, película tras película, que no es capaz de reflotarse ni a sí mismo, mucho menos a una saga entera.
Kinberg llega al timón como si fuese el elegido, aunque en realidad es más bien el pasajero número 37 del Titanic que asegura que todo va bien mientras el barco se parte en dos. Porque no nos engañemos: no estamos ante Christopher Nolan, que convierte cada fotograma en arquitectura monumental; no estamos ante Denis Villeneuve, que puede elevar hasta un desierto a la categoría de experiencia mística; ni siquiera estamos ante un director de segunda fila con algo de pulso narrativo. Estamos ante Kinberg, el hombre que logró hacer que X-Men: Dark Phoenix pareciera un capítulo piloto que nunca debió emitirse.
Su última gran hazaña en la silla de dirección no fue elevar un género ni marcar un antes y un después: fue recordarnos que el cine, cuando cae en manos equivocadas, puede ser tan intrascendente como una reunión de PowerPoint. Y ahora Disney le entrega la franquicia más valiosa del séptimo arte, como si nombraran chef de alta cocina a alguien cuya experiencia se limita a quemar pizzas congeladas.
El anuncio viene, además, con un envoltorio de falsa trascendencia: Kinberg asegura que su modelo es Andor, esa serie que algunos críticos con insomnio describen como “una de las mejores historias de ciencia ficción” cuando en realidad sirve mejor que una tila para conciliar el sueño. En otras palabras, su plan para reflotar Star Wars es sustituir la aventura y la magia por conversaciones de pasillo y silencios dramáticos.
El problema no es solo que Disney confunda solemnidad con calidad. El problema es que Kinberg ha demostrado que ni siquiera en sus proyectos más personales sabe dotar de identidad a sus películas. Y si uno no es capaz de levantar su propio cine, ¿cómo va a levantar una galaxia muy, muy lejana?
Quizá lo más honesto sería vender la trilogía con su verdadero título: Star Wars: hundimiento inminente. Porque, con Kinberg al mando, la única fuerza que veremos en pantalla será la gravedad arrastrando a la saga hacia el fondo.