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«El eco eterno del genio: Nicholson y su reverencia por Brando»

Sin embargo, a pesar de su indiscutible éxito, Nicholson jamás ha ocultado que uno de sus mayores ídolos ha sido, desde siempre, Marlon Brando. Su admiración alcanzó una especie de culminación profesional cuando ambos compartieron la pantalla en Missouri (1976), de Arthur Penn. En esa ocasión, Nicholson tuvo el privilegio de observar de cerca la destreza y el método de quien considera el máximo exponente de la actuación cinematográfica. Este encuentro representó la unión de dos generaciones de talento inigualable, y para Nicholson fue más que un trabajo: fue la realización de un sueño, un aprendizaje frente al que, en sus propias palabras, se sintió profundamente conmovido.

En una entrevista concedida a Rolling Stone en 2004, Nicholson expresó con absoluta sinceridad su devoción por Brando: “Lo digo en serio cuando digo que si no puedes apreciar a Brando, no sabría cómo hablar contigo. Si hay algo evidente en la vida, es esto. Los demás actores ni siquiera se molestan en debatir quién es el mejor del mundo, porque es obvio: Marlon Brando lo es». La profundidad y autenticidad del método interpretativo de Brando, su poderosa habilidad para capturar emociones complejas y su magnetismo inigualable en pantalla fueron cualidades que Nicholson estudió y veneró durante toda su vida.

Para Nicholson, Brando es inimitable e insustituible. Como él mismo afirmó, “No hay nadie antes ni después como Marlon Brando. Su talento fue vasto y perfecto, como el de Pablo Picasso. Brando fue un genio, el principio y el fin de su propia revolución. No era completamente valorado. Su habilidad residía en su calma abrumadora. Yo estaba en la secundaria cuando vi salvaje (1953). Él cambió mi vida para siempre… Era un artista monumental, y su impacto perdurará eternamente”.