El arte en la trinchera: cómo las agendas políticas han transformado el arte en una guerra de polarización
En un mundo ideal, el arte debería ser un espacio de reflexión y celebración de la creatividad humana, una esfera capaz de trascender divisiones políticas y sociales. Sin embargo, en la actualidad, el arte parece haber sido secuestrado por agendas políticas que lo utilizan como arma en una guerra mediatizada de polarización. Ejemplos recientes, como la controversia que rodea la nominación al Oscar de Karla Sofía Gascón, ilustran cómo los debates sobre el arte han sido desplazados por enfrentamientos ideológicos que nada tienen que ver con su esencia.
Gascón, actriz transgénero y protagonista del musical Emilia Pérez, se encuentra en el centro de una tormenta mediática. Su nominación histórica a la estatuilla como Mejor Actriz Protagonista debería ser un hito artístico digno de celebración universal. Sin embargo, las reacciones a este logro se han convertido en un campo de batalla donde las trincheras ideológicas se refuerzan a través de insultos, amenazas y una polarización exacerbada.
La actriz misma ha declarado que su nominación ha sido recibida “entre insultos, amenazas y vejaciones de todo tipo”. En lugar de hablar sobre su trabajo interpretativo o sobre el mérito de la película, el debate ha girado en torno a su condición de mujer trans. Este cambio de enfoque es un reflejo de cómo las agendas políticas, tanto de izquierda como de derecha, instrumentalizan el arte para sus propios fines, dejando de lado su esencia.
Por un lado, ciertos sectores progresistas han adoptado a Gascón como símbolo de resistencia y cambio, centándose más en su condición de mujer trans que en sus logros como actriz. Por otro lado, sectores conservadores la atacan violentamente, reduciendo su presencia en la industria a una “agenda políticamente correcta” impuesta por el establishment cultural. Ambos extremos han transformado lo que debería ser un reconocimiento artístico en un campo de batalla ideológico.
Este fenómeno no es exclusivo de Gascón ni del cine. La literatura, la música, las artes plásticas e incluso las industrias del entretenimiento han sido cooptadas por estas dinámicas. Obras y creadores se analizan menos por su calidad intrínseca y más por los mensajes políticos que pueden representar o los bandos que parecen respaldar. El arte, que debería ser un espacio de diversidad de ideas y exploración crítica, se está convirtiendo en un terreno donde la creatividad se subordina a los intereses de polarización.
Un ejemplo revelador es la manera en que las redes sociales amplifican esta polarización. Plataformas como Twitter, Instagram y TikTok convierten cualquier acontecimiento cultural en un pretexto para batallas de hashtags y discursos cargados de odio o exaltación extrema. En el caso de Emilia Pérez, no es casualidad que la nominación coincida con un contexto político tenso, marcado por el ascenso de líderes populistas que han utilizado la lucha contra los derechos LGBTQ+ como parte de su narrativa de odio.
Este secuestro del arte tiene consecuencias graves. En primer lugar, reduce la posibilidad de un análisis crítico profundo y honesto de las obras, ya que las valoraciones tienden a medirse en función de cómo refuerzan o desafían posturas políticas específicas. En segundo lugar, desincentiva la participación de creadores que no desean ser arrastrados a debates políticos polarizantes. Finalmente, contribuye a una visión del mundo cada vez más fragmentada, donde el arte, en lugar de unirnos, se convierte en otro factor de división.
Es necesario rescatar el arte de esta guerra ideológica. Esto no significa ignorar las luchas sociales o los contextos políticos que rodean a las obras, pero sí implica dar prioridad a su valor artístico y cultural. En lugar de utilizar las obras como armas para reforzar trincheras, deberíamos enfocarnos en su capacidad para generar diálogo, empatía y comprensión.
La nominación de Karla Sofía Gascón debería ser una oportunidad para celebrar el talento y la diversidad, no para profundizar en las divisiones. Rescatar el arte de las agendas políticas es esencial si queremos que siga siendo un espacio de libertad, expresión y humanidad compartida. Es hora de devolverle al arte su lugar como puente, y no como campo de batalla.