Las peluquerías e Interviú en los años 80: santuarios de curiosidad, desnudos y transgresión juvenil

La España de los años 80 vivía en un peculiar equilibrio entre la modernidad emergente y los vestigios de una sociedad conservadora que se resistía a los cambios. En este contexto, el acceso al erotismo para los jóvenes se hallaba limitado por una moral que intentaba controlar, en vano, los anhelos y la curiosidad de las nuevas generaciones. Sin internet ni dispositivos móviles, las formas de acercarse al erotismo o al contenido más osado se concentraban en medios concretos y restringidos: las zonas privadas de los videoclubs, las películas de carácter subido de tono en los cines, y por supuesto, las revistas eróticas. Entre estas últimas, Interviú ocupó un lugar singular.

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Sin embargo, las revistas eróticas eran el recurso más accesible y codiciado. En los kioscos se exhibían publicaciones como Playboy, Lib, o Penthouse, pero estas revistas eran expresamente prohibidas para los menores de edad. Aun así, las leyes y prohibiciones siempre dejan resquicios, y las peluquerías de barrio se alzaron como insospechados santuarios de exploración juvenil. En estos espacios, mientras los adultos aguardaban su turno, los jóvenes podían acceder a revistas que no habrían podido comprar directamente. Y allí estaba Interviú, disfrazada de revista política y cultural, como una invitación velada a la transgresión.

Interviú logró posicionarse como un fenómeno cultural precisamente por este carácter ambiguo. Aunque incluía artículos de cariz político, reportajes de investigación y crónicas sociales, su verdadera atracción residía en las fotografías de jóvenes pin-ups que poblaban sus páginas centrales. Desnudos artísticos de figuras nacionales e internacionales adornaban la revista, convirtiéndola en un escaparate erótico para una generación que buscaba nuevos referentes. Desde el magnetismo de Madonna hasta la sensualidad de Marta Sánchez, Interviú presentó a sus lectores una galería de figuras que se volvieron icónicas.

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Más allá del erotismo, Interviú también registró los cambios de una sociedad que estaba aprendiendo a explorar temas como la sexualidad, la estética del cuerpo y la liberación de tabúes. En sus páginas no solo se podían contemplar desnudos, sino también leer sobre movimientos culturales, tendencias artísticas y aspectos de la vida cotidiana que estaban transformando el paisaje español. Esto le otorgó a la revista una excusa perfecta para ser abierta en espacios comunes como la peluquería, permitiendo a los jóvenes hojearla con la excusa de «leer un reportaje», aunque el verdadero atractivo radicara en las imágenes.

En retrospectiva, la década de los 80 fue un período de exploración y descubrimiento para la juventud española. Las películas, las revistas y los espacios sociales como los videoclubs y las peluquerías se convirtieron en escenarios donde los adolescentes construyeron su imaginario erótico, al tiempo que descubrían un mundo mucho más amplio y complejo que el de sus padres. Interviú fue un símbolo de esa transición: una ventana disfrazada de periodismo serio que permitió a muchos asomarse a una nueva forma de mirar y entender el cuerpo, el deseo y la cultura.

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