Pauline, Lego Batman y el renacer de la onomatopeya visual en el videojuego

Pauline, Lego Batman y el renacer de la onomatopeya visual en el videojuego

Hubo un tiempo en que la onomatopeya visual —ese “¡BAM!”, “¡CRASH!”, “¡LOVE!” trazado con tinta explosiva— era patrimonio exclusivo del cómic. Allí, en las viñetas, el trazo de la palabra no solo nombraba la acción: la amplificaba, la volvía gesto, color, carne. El golpe de Batman no era tal hasta que un “POW!” vibraba sobre el papel. La pasión no alcanzaba su ardor hasta que un “SMOOCH!” se estampaba como grafiti romántico sobre dos bocas. La onomatopeya era más que un signo; era un estado humano dibujado.

Y, sin embargo, el videojuego, tan hijo de la imagen como de la interactividad, había permanecido a espaldas de este lenguaje. Podía dar golpes, disparar balas, rugir motores, pero rara vez hacía visible el sonido como arte. El efecto sonoro era un acompañante, nunca protagonista. Hasta que Pauline apareció, montada sobre Donkey Kong en Donkey Kong Bananza, y lo cambió todo.

Pauline convirtió la onomatopeya en coreografía visual. No eran meros adornos: eran parte del propio latido del juego. Cada grito, cada giro, cada caricia de fuerza sobre la pantalla se transformaba en palabra dibujada, en signo brillante que estallaba como un fuego artificial gráfico. Y lo sorprendente no era solo su potencia estética, sino su capacidad para volverse jugabilidad pura: el ojo del jugador buscaba esas onomatopeyas como busca un francotirador el fogonazo de su objetivo. La belleza estaba ahí, en esas letras que vibraban como campanas de neón.

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Nintendo, con Pauline, regresaba al lugar de siempre: a ser lienzo de inspiración incluso para quienes un día inventaron el lienzo. Porque en ese gesto había un recordatorio: el videojuego puede dialogar con las artes mayores, puede reabsorber sus hallazgos y devolverlos transformados. Lo mismo que el buen sonido de un arma en un shooter produce placer físico al presionar el gatillo, la onomatopeya de Pauline producía una especie de placer visual inmediato, casi táctil.

La industria, previsiblemente, ha tomado nota. Y así, en la reciente Gamescom ONL 2025, el nuevo Lego Batman apareció con su propio despliegue de onomatopeyas visuales, copiando sin pudor la revolución de Pauline. No deja de ser poético: Batman, aquel que en su serie televisiva de los sesenta convirtió “ZOK!”, “BANG!” y “POW!” en patrimonio cultural, ha tenido que mirar hacia Nintendo y enamorarse de Pauline para reencontrarse con su propia herencia gráfica. Ahora Telltale Games retoma ese lenguaje para darle forma en su nueva entrega, y sí, le sienta bien… aunque no tan bien como a nuestra musa Pauline.

Captura-de-pantalla_20-8-2025_9265_www.youtube.com_-1024x545 Pauline, Lego Batman y el renacer de la onomatopeya visual en el videojuego

Porque, seamos francos, nadie ha hecho sonar las letras como ella. Pauline ha demostrado que una palabra dibujada puede golpear más fuerte que los puños de Donkey Kong y que, en el corazón del videojuego, todavía late la posibilidad de redescubrir lo obvio y convertirlo en arte.

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